Inclusión: ¿basta diseñar productos financieros para mujeres o hacen falta reformas de fondo?

El acceso de las mujeres mexicanas a productos y servicios financieros es un desafío histórico que pone a prueba la efectividad de las políticas públicas y del sector financiero.
El Primer Informe de Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo subraya la elaboración de la Estrategia Nacional de Educación Financiera y de una nueva Política Nacional de Inclusión Financiera con perspectiva de género. Sin embargo, especialistas y organismos internacionales advierten que, más allá de ajustar la oferta de productos, se requiere una transformación estructural para cerrar las brechas que han mantenido a millones de mujeres al margen de los beneficios del sistema financiero.
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Brecha de género en la inclusión financiera mexicana
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2021, la diferencia entre hombres y mujeres de 18 a 70 años que cuentan con al menos un producto financiero es de 12 puntos porcentuales. Sólo 42.6% de las mujeres posee una cuenta de ahorro formal, en contraste con los hombres, y la proporción es menor cuando se refiere a la tenencia de dos o más productos: únicamente 34% de las mujeres cuenta con al menos dos, frente 49% de los hombres.
El rezago se amplía al observar acceso a servicios específicos: apenas 44% de las mujeres tiene una cuenta bancaria, 30% acceso a crédito, 29% cuenta de afore y sólo 16% dispone de algún seguro.
El Banco Mundial, en su reporte Expandiendo la Inclusión Financiera de las Mujeres en México, recalca que este segmento es especialmente rentable, pues muestra mayores tasas de repago y propensión al ahorro. Sin embargo, la oferta de productos financieros ha sido históricamente “neutral” y no toma en cuenta las necesidades diferenciadas por género.
Diseños “neutrales” perpetúan la desigualdad
El diseño de productos “neutrales en género” no sólo invisibiliza a las mujeres, sino que contribuye a perpetuar barreras históricas.
De acuerdo con el Banco Mundial, una política de inclusión financiera eficaz debe ser integral, ir más allá de la neutralidad y reconocer los retos específicos que enfrentan las mujeres: menor participación formal en el mercado laboral, ingresos discontinuos, ciclos laborales afectados por la maternidad y predominancia en ocupaciones informales.
No basta con crear producto diferenciados
Fernanda García, directora de Sociedad Incluyente en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), advierte que no basta crear productos diferenciados si el contexto de desigualdad estructural persiste.
México tiene una de las participaciones femeninas más bajas entre los países de la OCDE: sólo 46% de las mexicanas son económicamente activas.
Además, la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2024 del Inegi revela que las mujeres dedican 64.8% de su tiempo al trabajo no remunerado (tareas domésticas y de cuidado), lo que limita su acceso al empleo formal y a los recursos necesarios para cumplir los requisitos bancarios tradicionales.
Quienes logran insertarse en el mercado laboral lo hacen en su mayoría en condiciones informales, con empleos de medio tiempo o de servicios profesionales independientes y sin prestaciones.
Esta condición dificulta la entrega de documentos como recibos de nómina, necesarios para acceder a créditos o seguros, y limita las semanas de cotización para obtener acceso a una pensión digna. Las trayectorias laborales también están marcadas por pausas relacionadas con la maternidad y el cuidado familiar, lo que repercute en la tasa de reemplazo y el monto de la pensión de las mujeres.
Este tipo de contextos, afirma García, tiende a penalizar a las mujeres aún cuando cumplen con las condiciones generales de acceso a productos financieros: son más propensas a enfrentar rechazos o a recibir montos menores de crédito. Mientras estas realidades no sean modificadas, las brechas persistirán.
Perspectiva de género y política integral
La apuesta por una política nacional de inclusión financiera con perspectiva de género es considerada clave por organismos multilaterales y expertas en políticas públicas.
El Banco Mundial recomienda que la visión de género no se limite a la entrega de productos diferenciados, sino que se convierta en un eje transversal: diagnóstico de las barreras, adaptación de procesos, capacitación a personal bancario, seguimiento de indicadores y, sobre todo, una rendición de cuentas permanente.
La implementación efectiva de una estrategia así permitirá mejorar la toma de decisiones, generar retroalimentación real entre usuarias y bancos, y asegurar que la inclusión financiera deje de ser una aspiración para convertirse en una realidad cotidiana para millones de mexicanas.
El reto para las instituciones financieras
El desafío es mayúsculo, pero también representa una oportunidad. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, el mercado financiero femenino desatendido equivale a 1,870 millones de dólares anuales en México.
Las instituciones que logren adaptar su oferta y procesos pueden diferenciarse y fidelizar a un segmento de alto potencial. Sin embargo, el verdadero cambio dependerá de la capacidad para entender e intervenir en los factores que, tradicionalmente, han excluido a las mujeres del sistema.