Responsabilidad compartida internacional
Es natural contrastar la satanización o “demonización” de México en Estados Unidos con la buena voluntad, integración o los destinos compartidos, de otros tiempos, que se auguraban cuando se firmó el NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Hay también la imagen de que los mexicanos asumen poca responsabilidad internacional.
El arribo de Marco Rubio confirmó la percepción general que existe en la Unión Americana y no sólo en su gobierno: el vecino de sur y sus fronteras generan muchos problemas y riesgos, mas pocos beneficios. Parte de los estadounidenses considera que los mexicanos viven en caos y que afectan a su interés nacional con: fentanilo, negocios de mafias en la frontera, violencia, gobiernos asociados a narco-terroristas y terroristas que cruzan tierras mexicanas.
La llegada del Secretario de Estado de EU en el mes patrio de septiembre, trajo a la mesa asuntos de seguridad imposibles de evadir. Lo más llamativo es la nueva dimensión “terrorista” e internacional del narcotráfico. El mensaje de Rubio fue claro: “esos narco-terroristas que no sólo son una amenaza para México y Estados Unidos, son una amenaza para la paz y la estabilidad del mundo”.
Hasta hace poco el narcotráfico tenía para México un marco local o regional, se había ligado al Caribe, Sudamérica y Centroamérica, aun en un espacio considerado doméstico. El comercio de fentanilo y sus precursores cambió esa visión localista, pues nos conectó con Asia y la misma China.
La opinión pública norteamericana tuvo también un vuelco ante los migrantes y la seguridad internacional. Si hacemos una revisión histórica de las críticas a los indocumentados mexicanos en EU, fueron acusados como problemas para la economía, el empleo, los gastos educativos y la salud. No fueron en sí una amenaza para la seguridad nacional (siglo XX), aunque se etiquetaron como carga para el Estado. Nunca se comprobó que afectaran a las finanzas estadounidenses más de lo que las benefician.
Ahora, los indocumentados mexicanos y otros migrantes se han asociado a riesgos de seguridad con poca justificación. Es injusto afirmar que los “trabajadores paisanos” son delincuentes, violadores, traficantes de personas y drogas o que sus remesas son envíos del crimen organizado. Y no hay datos duros que lo sustenten. Por el contrario, un estudio del Consejo Americano de Inmigración demuestra que “recibir inmigrantes en las comunidades americanas no sólo no incrementa el crimen, sino de hecho fortalece la seguridad pública” (octubre de 2024).
Además, la visita de Rubio consideró a la migración como un asunto mundial y a la frontera mexicana como un espacio de seguridad internacional, no sólo bilateral. Puso el ejemplo de migrantes de Somalia que cruzan la frontera mexicana. Este giro contrasta con los dos enfoques tradicionales de migración en México: mexicanos en EU y centroamericanos de la frontera sur. Por lo que puede ser una oportunidad para replantear la visión mexicana y participar en políticas migratorias internacionales tanto en Turquía, Europa, África o Venezuela, lo que sería responsable.
La reflexión mexicana de 2025 implica abordar compromisos internacionales fuera de nuestro jardín. Más allá de la seguridad con EU, sería también natural compartir responsabilidades en problemas globales como la migración, la paz Medio Oriente o en Ucrania. Otras potencias medias ya lo están haciendo.
*El autor es especialista en geopolítica y miembro de COMEXI. Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor.