No aprendimos; el desarrollo turístico sigue depredando destinos: Andy Robinson

Detrás de los comúnmente descritos como paradisíacos desarrollos turísticos se esconden historias de violaciones a derechos humanos, miseria y operación de grupos de la delincuencia organizada. Además, hay una constante: Antes, como hoy, quienes permanentemente están de viaje son los fondos globales de inversión, descubriendo y depredando nuevos destinos, plantea Andy Robinson.
El autor del libro “Turismo de terror. Diez antiviajes en América”, editado por Grijalbo y que ha comenzado su propio viaje en librerías del país, refiere que si bien, durante la temporada de encierro, con el fin de contener la pandemia de la Covid-19, la escritora india Arundhati Roy señaló que ante esa situación mundial “nada podría ser peor que un regreso a la normalidad”, fue un señalamiento en balde, al menos en materia de desarrollo turístico.
En 12 textos, 10 sobre destinos en México, Colombia, Estados Unidos, Argentina, Perú, Brasi, uno dedicado a describir el “microcosmos del capitalismo decadente”, dedicado a los viajeros, que constituye el aeropuerto de Madrid y otro que habla sobre las lamentables consecuencias del éxito turístico del barrio madrileño Lavapiés, Robinson expone parte de lo que hay en esos lugares más allá de la hospitalidad para los venidos de fuera o que van de paso, “en busca de experiencias”.
¿Cuál es el propósito de este libro?
La intención es aportar mis impresiones como un viejo viajero. Paso todo el tiempo viajando, pero, paradójicamente, este libro es un libro de antiviajes.
El volumen de viajes que se realizan a escala mundial rebasa ya 1,500 millones de personas al año. Es un sinsentido e incompatible con los esfuerzos para combatir las consecuencias del cambio climático, aparte de no conducir a una forma de pasar nuestros tiempos de ocio de forma placentera.
Por otro lado, es para, aprovechando mi condición de viajero, denunciar aspectos del desarrollo del turismo. Por ejemplo, en el capítulo sobre Cancún, expongo que se están produciendo en desarrollos turísticos violaciones graves de derechos humanos a trabajadores de la construcción.
Grandes corporaciones del turismo como RIU, Planet Hollywood o Catalonia, no están responsabilizándose de lo que está ocurriendo en la construcción de hoteles, donde grupos de la delincuencia organizada están extorsionando y matando a trabajadores, lo cual es algo que se ha denunciado.
Precisamente pude platicar con un hermano de un chico que fue asesinado y enterrado debajo de un hotel catalán en Cancún.
¿Qué cambió con la pandemia en la forma de fomentar el desarrollo turístico en el mundo?
Traté de estructurar el libro como si fuese un largo viaje. Iniciando en el Aeropuerto de Madrid y terminando de vuelta a casa en el barrio de Lavapiés, en Madrid, para comentar los problemas de gentrificación en ese barrio.
Inicia con la frase “Nada podría ser peor que un regreso a la normalidad” expresada en 2020 por la escritora india Arundhati Roy, quien señalaba que la confinación para contener la Covid-19 ofrecía la oportunidad de “repensar la máquina del fin del mundo que hemos construido para nosotros mismos” y por lo tanto “Nada podría ser peor que un regreso a la normalidad”.
Yo pensé que eso fue un comentario muy profundo.
En cuanto pude viajar hice varios viajes, uno de ellos a Cancún, luego a Cartagena de Indias, Miami y a Las Vegas para ver cómo en lugares que habían apostado tan fuerte por el turismo estaban lidiando con esa crisis existencial.
Lo que se cuenta en el libro es que pronto, el sueño de que otro mundo es posible se quedó frustrado y volvimos a una normalidad tan espantosa o más que antes.
Esa es la tragedia que subyace en las narrativas contenidas en este libro. No hemos aprendido y hemos vuelto a modelos empresariales, particularmente en la industria aérea, aún peores, que los que se tenían antes, porque hay más hacinamiento en los aeropuertos.
Tal es el caso de la terminal aérea Heathrow de Londres, donde se dio luz verde a la ampliación del edificio.
Si hay un mensaje en el libro, es que hemos desaprovechado la alternativa que planteó la pandemia y hemos vuelto a un modelo de placer turístico que ni produce placer ni es compatible con la cultura y con el planeta.
Pareciera que quienes siempre están de viaje son los fondos de inversión
Sí, exactamente. Ese es otro elemento: Esa globalización del capital que se plasma cada vez más en condominios turísticos y chalets para segundas viviendas y hoteles de 20 pisos.
Esto se puede ver ahí donde se está destruyendo lo que en algún momento fueron lugares remotos que, precisamente por esa situación se habían protegido de la expansión del turismo.
Sitios en Baja California Sur, México eran una especie de refugio para estadounidenses. Eran como una utopía, pero ahora son distopía total.
Playas prístinas se convierten casi en activos financieros y producen una sensación de desesperanza cuando uno va a esos lugares.
Pasa lo mismo con los departamentos turísticos de Airbnb, como ha pasado con edificios al lado de mi departamento en Lavapiés, Madrid, donde amigos míos que eran mis vecinos, se han tenido que mudar.
Pasa lo mismo en Cartagena de Indias, Colombia y en muchos otros lugares, donde hay un fenómeno de desplazamiento forzado de personas.
¿Entonces lo que queda claro es que el capital global sigue viajando con el mismo estilo?
Ese es otro elemento constante en cada relato.
Como turistas, tenemos una búsqueda de una playa idílica o una montaña con nieve, pero, conforme vamos destruyendo los lugares, vamos buscando ese tipo de sitios en lugares más lejanos, aunque implique 10 horas de vuelo.
Eso plantea una paradoja en el turismo: al estar todo mundo buscando ese tipo de sitios, se masifican rápidamente con la ayuda de redes sociales y sus algoritmos.
¿Qué diferencia hay entre lo que ocurre con este fenómeno que describes en el sector turismo de países desarrollados, comparado con el de naciones del tercer mundo?
El libro empieza en la terminal cuatro del aeropuerto de Barajas, como una especie de escenario de la distopía del mundo con sus 1,400 millones de turistas. Luego Cancún, Cartagena de Indias, Florida, Las Vegas, entre otros destinos turísticos de América y termina en España, describiendo el problema de la gentrificación, donde está la sensación de que yo mismo me estoy convirtiendo en turista, en mi propio barrio.
¿Tal vez habría que preguntarse si el problema de la gentrificación es resultado de la forma de fomentar el turismo, o más bien es un problema de política pública, particularmente en materia de vivienda y de desarrollo urbano?
Sí. La política pública siempre es una buena forma de plantear una solución a los problemas que está generando esta expansión sin fin del mercado inmobiliario a escala mundial.
Hay una parte que es simplemente la desaparición de la vivienda subvencionada.
En los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando varios lugares como Soho, en Nueva York o el barrio Castro, en San Francisco, acabaron siendo los sitios de los artistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX que se pusieron de moda y acabaron siendo barrios aburguesados.
Lo que está sucediendo ahora es diferente. La gentrificación anterior creaba un barrio estable con vecinos que vivían ahí y se quedaban durante muchos años y creaban sus vidas aquí y salían a comer allí.
Lo que está pasando ahora es que están desapareciendo los vecinos. Obviamente la solución puede ser la implementación de políticas públicas que enfrenten la situación.