Pobreza: cifras menos malas, realidad igual de cruda

Cuando todo se maquilla, hasta la pobreza parece bienestar… – Macraf

El INEGI presentó recientemente los nuevos resultados de pobreza multidimensional en México correspondientes al periodo 2022 a 2024. Las cifras, a primera vista, parecen alentadoras: se reporta que 8.3 millones de personas dejaron de estar en situación de pobreza multidimensional, lo que implica una reducción de 46.8 a 38.5 millones de personas a nivel nacional. El discurso oficial no tardó en proclamar el dato como un logro histórico, prueba de la eficacia de los programas sociales. Pero como suele ocurrir, las cifras lucen… aunque no necesariamente significan lo que se dice.

Sí, hay una mejora a nivel agregado. Pero la pobreza sigue ahí, y se concentra exactamente en los lugares donde se prometió combatirla con más fuerza. Chiapas, Guerrero y Oaxaca lideran la lista con 66.5%, 60.6% y 58.4% de su población en situación de pobreza multidimensional, respectivamente. ¿No eran estos los estados que recibieron atención prioritaria, presupuestal y política en los últimos años? La pregunta es inevitable: ¿realmente se usaron los recursos para reducir la pobreza o solo para sostener una narrativa?

En contraste, los estados con menor proporción de población en situación de pobreza —Nuevo León, Baja California y Baja California Sur— son, casualmente, aquellos que recibieron menos inversión federal directa. Y, sin embargo, presentan mejores resultados gracias a su dinamismo económico: industria, turismo y comercio exterior. La lección es simple: la pobreza se combate con crecimiento real, no con clientelismo fiscal.

El informe también destaca ciertas mejoras en las carencias sociales: hubo reducciones en rezago educativo, acceso a salud, seguridad social, calidad de vivienda y alimentación. Pero hay un dato que contradice el triunfalismo: la población vulnerable por carencias sociales aumentó, pasando de 29.5% en 2022 a 32.2% en 2024. Es decir, a pesar de las supuestas mejoras, más personas están en condición de vulnerabilidad. Porque tener acceso al sistema de salud no significa recibir atención médica adecuada, ni tener medicamentos. Es una carencia que se reduce en el papel, pero no necesariamente en la vida real.

La pobreza extrema también disminuyó, pasando de 9.1 a 7 millones de personas, una baja significativa en proporción, pero que sigue representando a una de cada veinte personas en México. No hay nada que celebrar cuando millones siguen sin poder satisfacer lo más básico para subsistir.

Lo más preocupante es que esta aparente mejoría no tiene un sustento estructural. Durante este mismo periodo, la deuda pública pasó de 10 a más de 20 billones de pesos. Nos endeudamos el doble. ¿Y para qué? Porque si los estados más pobres siguen siendo los más pobres, es evidente que ese dinero no se usó para revertir desigualdades, sino para mantener un modelo de transferencias que no transforma, solo anestesia.

El salario mínimo ha sido otra bandera celebrada. Pero durante el periodo de análisis, ni siquiera alcanzaba los 8 mil pesos mensuales. Y aunque hoy supere ese nivel, el ingreso apenas da para lo básico. La vulnerabilidad persiste. Subir el salario sirve de poco si los precios suben más y si el ingreso sigue sin alcanzar para lo esencial.

Así que no, no hay un logro histórico que celebrar. Hay cifras que lucen mejor, sí, pero no reflejan cambios profundos. La pobreza sigue ahí, la desigualdad regional se mantiene y la dependencia hacia el Estado se profundiza.

De esta forma, seguimos viviendo entre cifras que brillan… y bolsillos que no alcanzan.

* El autor es académico de la Escuela de Gobierno y Economía y de la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana, consultor experto en temas económicos, financieros y de gobierno, director general y fundador del sitio El Comentario del Día y conductor titular del programa de análisis: Voces Universitarias.

Contacto y redes: https://eduardolopezchavez.mx/redes

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