SCJN, consummatum est
Terminó una muy respetable etapa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, después de 30 años de construir un entramado en el Poder Judicial poniendo énfasis en la capacitación y desarrollo de sus integrantes, nos disponemos a pasar al país de un poder absoluto, que controla todo. Fin de la democracia, fin del concepto de república.
Un presidente, Ernesto Zedillo, puso las condiciones para construir un Poder Judicial independiente, otro, Andrés Manuel López Obrador, a capricho lo destruyó. No le gustó que la Corte lo hiciera cumplir la Constitución, trató de imponer sus decisiones, intentó alargar la presidencia de Arturo Zaldívar, maniató y controló al Tribunal Electoral y en el INE le regalaron a su partido una mayoría calificada que no ganó en las urnas, lo demás será historia.
Las cosas no pintaron bien desde 2018, el presidente de la SCJN Arturo Zaldívar se convirtió en un lacayo de Palacio Nacional desde donde trataron de alargarle el periodo, pero no lo consiguieron. Ya sin el poder de la presidencia se dedicó a dinamitar la Corte dentro y después desde fuera. López Obrador ordenó y él ejecutó.
Con agosto termina la gestión de la primera mujer al frente del Poder Judicial, con dignidad, solvencia y profesionalismo, la ministra Norma Lucía Piña Hernández cumplió ¿Pudo hacer más? Desde luego. ¿Cometió errores? Como todos, uno de ellos su excesiva institucionalidad, queda la impresión de que pudo hacer una defensa más activa de la condena a la que los sometieron desde el Ejecutivo. Promete que en sus memorias revelará lo sucedido, desde aquel día en Querétaro hasta el final de su gestión.
Notable el paso de los ministros Ana Margarita Ríos Farjat, Juan Luis González Alcántara Carrancá, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Javier Laynez Potisek, Luis María Aguilar Morales, Jorge Mario Pardo Rebolledo; quienes supieron interpretar la Constitución, principal función de la Corte.
A pesar de que los dos primeros fueron propuestos por AMLO no se sometieron, antepusieron su compromiso con la Constitución, cosa que no le gustó al mandatario, quien sí contó con la complicidad y obediencia de Loretta Ortiz Ahlf, Lenia Batres Guadarrama y Yasmín Esquivel Mossa, esta última a pesar de las acusaciones y evidencias de plagio que la han acompañado en los últimos tres años.
Para la ignominia el desempeño del ministro Alberto Pérez Dayán, quien alineó su proceder y voto al oficialismo.
Hay quien da poco valor al juicio de la historia porque la cuota no la cobra con castigos inmediatos sino con la fama en la posteridad, el pago lo cumplen familiares cercanos y descendencia ¿Es importante? Que cada quien lo decida.
Lo que sí tenemos en puerta es la llegada de una generación de ministros, magistrados y jueces producto de una farsa, de un fraude electoral, que ha sido documentado, pero desestimado por seis consejeros del INE y tres magistrados del tribunal, a quienes muchos ya los inscribieron como traidores de la patria.
Llegarán impartidores de justicia, es un decir, comprometidos con el régimen o con quienes los promovieron, sin experiencia, algunos con estudios inconclusos, otros con vínculos con el crimen organizado o con agrupaciones como la Luz del Mundo.
México no tiene nada que presumir, en el mundo los juzgadores no se eligen por voto popular, ni las dictaduras lo practican, está debidamente estudiado y justificado.
Pasará un buen tiempo para regresar a la democracia, al país de tres poderes independientes. Sí, había mucho por avanzar, vaya hasta se necesitaba una reforma, pero a los tres poderes que adolecen de lo mismo, pero no así, desde la víscera del caudillo.