El auge de lo coleccionable: nostalgia, pertenencia e inversión
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Hoy en día, invertir no solo significa poner dinero en acciones, bienes raíces o criptomonedas. También puede implicar comprar una tarjeta de Pokémon, una figura de colección o un par de tenis edición limitada. Lo que antes era un pasatiempo infantil, hoy es una forma alternativa de inversión —emocional, sí, pero también económica—.
En el mercado de juguetes de Estados Unidos, este fenómeno es claro. En junio, ocho de los 10 productos más vendidos fueron tarjetas coleccionables. Pokémon, Magic, NFL y MLB encabezan la lista. No es casualidad: detrás de cada sobre hay la posibilidad de encontrar una pieza rara que se revenda por miles o incluso millones de dólares. Lo que antes era un juego, ahora es un modelo de negocio para muchos adultos. En México, las tarjetas deportivas no han tenido el mismo impacto. A pesar de la pasión por la NFL o el béisbol, este tipo de productos siguen siendo de nicho. Pokémon ha ganado algo de terreno, pero estamos lejos del furor que se vive en Estados Unidos. Tal vez la clave esté en la promoción, la disponibilidad, o simplemente en cómo valoramos lo coleccionable. Cada cuatro años, Panini lanza el álbum del Mundial y el país entero entra en modo coleccionista. Desde escuelas hasta oficinas se transforman en centros de intercambio. La lógica es la misma: invertir tiempo, dinero y esfuerzo para llenar un álbum que no todos completan, pero que muchos conservan como recuerdo o símbolo de pertenencia. ¿Quién está comprando estos productos? Adultos. Millennials, centennials y hasta generación X, principalmente hombres. Algunos lo ven como negocio, otros como nostalgia. Lo cierto es que el consumo está cada vez más impulsado por la emoción, por la historia que hay detrás de cada artículo. Y sí, también por su valor de reventa. Este comportamiento no se limita a las tarjetas. Lo vemos en los sneakers, en figuras de acción, en ediciones limitadas de casi cualquier cosa. Productos que ya no solo se usan: se guardan, se muestran, se monetizan. La frontera entre hobby e inversión se ha desdibujado. En este contexto, algunas reflexiones para las marcas y los negocios: – El consumidor adulto es clave. No subestimemos su papel en el mercado de juguetes y coleccionables. Tienen dinero, motivación y comunidad. – Los deportes siguen siendo territorio fértil. Futbol, béisbol, lucha libre, automovilismo… hay oportunidades si sabemos conectar producto con pasión. – Planificar es vital. Las tendencias predecibles —como el álbum del Mundial— deben trabajarse con meses de anticipación. No se puede improvisar. – La comunicación vive en lo digital. Las redes sociales son el canal natural para este tipo de consumo. Ahí nacen las modas, ahí se consolidan.
En 2026 viviremos otra fiebre con el Mundial en casa. La pregunta no es si habrá consumo, sino quiénes estarán listos para capitalizarlo. ____ Nota del editor: Ismael Mata es Director Ejecutivo de Entretenimiento de Circana México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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