Uso de drones en agricultura crece 35% anual en México

Uso de drones en agricultura crece 35% anual en México

La agricultura mexicana vive una transformación acelerada desde el aire. El uso de drones para fumigación, fertilización y mapeo de cultivos crece a un ritmo de 35% anual, impulsado por la necesidad de producir más con menos agua, menos mano de obra y en menos tiempo. 

Lo que hace pocos años parecía una curiosidad tecnológica, hoy es una herramienta que se usa desde Sinaloa hasta Yucatán, en parcelas de maíz, agave, caña y hasta en plantaciones de olivo y piña.

“En diez años, el mercado pasará de 39 millones de dólares a alrededor de 650 millones. Eso implica un crecimiento anual de aproximadamente 35%”, dijo Gilberto de Jesús López Castañs, profesor e investigador de la Universidad Autónoma Chapingo en conferencia de prensa.

El primer motor de esta expansión es demográfico. El campo mexicano envejece y escasea la mano de obra dispuesta a trabajar en jornadas largas y con exposición a agroquímicos.

“Cada vez es más difícil conseguir personal para aplicar fertilizantes o pesticidas, y cuando se consigue, el costo es alto y el trabajo, riesgoso”, dijo López Castañs.

Los drones permiten que una sola persona cubra varias hectáreas en cuestión de minutos. Un dron puede aplicar productos hasta 10 veces más rápido que la pulverización convencional, además de reducir la exposición humana a químicos.

Tecnología para el campo

La topografía mexicana presenta otro desafío: miles de pequeñas parcelas, muchas en zonas de difícil acceso para tractores. Aquí los drones han encontrado su nicho.

“En terrenos irregulares o con cultivos de alta densidad, un dron entra y sale con precisión milimétrica, sin compactar el suelo ni dañar plantas”, dijo Jeffrey Dong, representante de Ventas de DJI Agriculture para el mercado latinoamericano.

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La tecnología actual integra sistemas GPS, control automático de dosis y sensores multiespectrales que ajustan el tamaño de la gota en vuelo para reducir la deriva causada por el viento. Esto permite ahorrar agua y agroquímicos: mientras que la fumigación tradicional usa entre 200 y 400 litros por hectárea, un dron de última generación requiere entre 10 y 15 litros para la misma superficie.

En Chapingo se presentaron también avances en el uso de drones para tareas de monitoreo. Pruebas recientes han logrado identificar hasta 78% de las plantas en parcelas complejas, permitiendo estimar poblaciones, detectar fallas de germinación y planificar resiembras.

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En cultivos forrajeros, las imágenes aéreas facilitan la estimación de biomasa, una información crucial para planificar la alimentación del ganado.

Algunos modelos permiten combinar aplicaciones de insumos con análisis de imágenes en un solo vuelo, de modo que el dron no solo trata el problema, sino que también documenta la efectividad del tratamiento.

Mercado que crece

La industria respalda la tendencia con datos. Según DJI, en México hay más de 3,000 pilotos certificados para operación agrícola, y se estima que más de 10% de la superficie tratada con agroquímicos en 2024 fue realizada con drones.

“Estamos viendo crecimientos superiores a 30% en casi todos los países de la región”, señaló Dong.

El auge mexicano se enmarca en una tendencia internacional. Según los especialistas, China y Brasil lideran el número de drones agrícolas en operación, pero México está escalando posiciones rápidamente gracias a su diversidad de cultivos y a la creciente presión por producir más con menos recursos.

La perspectiva de alcanzar un mercado de 650 millones de dólares en una década coloca al país como un jugador relevante en el mapa global de la agricultura digital.

rodrigo.riquelme@eleconomista.mx

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