¿Causó Trump el fin de las finanzas verdes?

EDIMBURGO – Cuando en 2021 se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Glasgow (COP26), Mark Carney era una figura imponente en el mundo financiero. En aquel momento, quien hoy es primer ministro de Canadá (hecho atribuible en gran medida al llamado del presidente de los Estados Unidos Donald Trump a que Canadá se convertirá en el 51.º estado) fue enviado especial de las Naciones Unidas para la acción climática y las finanzas.

En la COP26, Carney anunció la creación de la Alianza Financiera de Glasgow para las Cero Emisiones Netas (GFANZ por la sigla en inglés), que sería madre de tres hijas precoces: la Alianza Bancaria para las Cero Emisiones Netas (NZBA), la Alianza de Aseguradoras para las Cero Emisiones Netas (NZIA) y la iniciativa de Gestoras de Activos para las Cero Emisiones Netas (NZAM). En opinión de algunos escépticos, todo eso no era más que un montón de ceros; pero Carney aseguró a un mundo expectante que “no es bla bla bla”, y que el concepto de cero emisiones netas sería la “infraestructura crítica del nuevo sistema financiero”.

¿Qué ha sido de la iniciativa de Glasgow con los años? ¿En qué extremo del continuo de “infraestructura crítica bla bla bla” estamos?

Hay que decir que el paso del tiempo no ha sido benévolo con la sopa de letras de Carney. A principios de este año, los mayores bancos estadounidenses (JP Morgan, Goldman Sachs y el resto) se retiraron de la NZBA, evidentemente temerosos de presiones políticas del nuevo gobierno de Trump.

A los grandes bancos estadounidenses se sumaron los canadienses, mostrando escasa lealtad a la creación de quien más tarde sería su primer ministro. Y en abril, los miembros restantes diluyeron los compromisos iniciales: fijaron como nuevo criterio un máximo de 2°C de aumento de temperaturas (en vez de los ya hace mucho irrelevantes 1.5°C) y abandonaron el objetivo de llegar a cero emisiones netas en 2050.

Pero la hemorragia no terminó allí. En julio, HSBC anunció su deserción, y parece muy probable que haya otros. Hoy los miembros representan un poco más de la mitad del patrimonio de los fundadores; pero todavía quedan algunos bancos comprometidos y la NZBA sigue viva.

No puede decirse lo mismo de su hermana menor, la NZIA. Incluso antes de la elección de Trump, algunos procuradores de estados bajo control republicano, cuestionando la formulación conjunta de objetivos climáticos, acusaron de cartelización a los principales miembros de la entidad. Puede que sus motivos hayan sido más bien distintos, pero tenían un argumento válido desde el punto de vista legal: los fundadores no habían analizado lo suficiente lo que esa formulación conjunta de compromisos implicaba. Tras una serie de retiradas, en abril de 2024 la NZIA colapsó.

Ha aparecido una especie de sustituto, el Foro para la Transición de las Aseguradoras a las Cero Emisiones Netas, cuyos miembros están sujetos a más obligaciones y sin formulación de metas ni publicación de información obligatoria. El foro también asegura que tiene abogados internos encargados de vigilar cualquier posible infracción futura de la legislación antimonopolio.

Para completar la familia, la tercera hija (NZAM) también experimentó en enero una andanada de retiradas, encabezada por BlackRock, que provocó la suspensión de sus actividades y la cancelación de la lista pública de firmantes. No está claro cuándo terminará la suspensión (si termina).

Ya hemos hablado de las hijas; ¿qué ha sido de la madre? Técnicamente, la GFANZ todavía existe, pero tras una remodelación sustancial. Ahora se describe como un “grupo de directores” independiente sin precalificaciones para el ingreso; y ya no apunta a ser guardián del objetivo de cero emisiones netas sino un facilitador de financiación para la transición energética, tarea loable, pero lejos de la imaginada en un principio.

Es difícil ver en todos estos hechos tomados en conjunto otra cosa que no sea un debilitamiento significativo del compromiso del sector financiero con el apoyo a la transición verde.

Pero ¿dónde están las autoridades reguladoras, que los presionaban para que se pusieran a la altura del desafío y fueran parte de la solución al cambio climático, en vez de convertirse en futuras víctimas?

En 2017, ocho bancos centrales formaron la Red para la Ecologización del Sistema Financiero (NGFS), una “coalición de voluntarios” con inclusión del Reino Unido, Francia y China, pero no de Estados Unidos. La Reserva Federal (siempre tan orgullosa de su independencia política) decidió sumarse tras la victoria electoral de Joe Biden en 2020, para retirarse a principios de este año.

Pero en este caso, otros bancos centrales siguen comprometidos. Algunos (por ejemplo el Banco de Inglaterra) le restaron importancia a las pruebas de estrés climático, pero los miembros de la NGFS (que ahora son unos 147) no han dejado de creer que el aumento de las temperaturas medias implica riesgo de disrupción económica y que la transición energética creará ganadores y perdedores.

Un análisis reciente de la NGFS sugiere que los riesgos económicos son mayores de lo que se pensaba. Si los bancos y las aseguradoras no comprenden lo que está en juego, pueden sufrir efectos negativos, que a las otras amenazas que enfrentamos, les sumarán la inestabilidad financiera.

Pero que nadie crea que el resto del mundo puede seguir como hasta ahora. Hay señales inequívocas de que Estados Unidos está presionando a los organismos de regulación internacionales para que le resten importancia a su trabajo en materia climática. El último comunicado del Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) señala que “aunque muchos miembros consideran que hay necesidad de hacer más, algunos creen que la labor completada hasta ahora es suficiente”, y parece que los “algunos” se han impuesto a los “muchos”. También el Comité de Basilea degradó su trabajo en lo referido a la publicación de información relacionada con el clima y eliminó cualquier obligación de cumplimiento.

Aunque hay que decir que el Comité de Basilea rechazó un pedido de Estados Unidos de disolver su grupo de trabajo sobre el clima, parece que los representantes estadounidenses ya no asisten a las reuniones, lo que evidentemente disminuye su eficacia.

¿Hacia dónde vamos? La evidencia científica indica que el impacto del calentamiento global en el sector financiero crece día a día, pero la resistencia estadounidense a cualquier acción resultante por parte de las empresas o de las autoridades reguladoras es cada vez más firme. Y como es bien sabido, cuando una fuerza irresistible se encuentra con un objeto inamovible, es muy difícil predecir el resultado.

En este caso, mi apuesta es por la fuerza irresistible. Habrá un incidente (tal vez el primero sea en el mundo de los seguros) que nos enseñará la importancia de apuntalar las defensas. Pero aún así, las autoridades reguladoras fuera de Estados Unidos tienen que mantener la presión.

El autor

Howard Davies, exvicegobernador del Banco de Inglaterra, es presidente del NatWest Group.

Traducción: Esteban Flamini

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