Banxico: no toquen este último bastión

Este es el mejor momento para no meterse con la autonomía del Banco de México e imaginar que un cambio en sus atribuciones puede solucionar una parálisis económica que tiene un alto componente de factores internos.

Fue Donald Trump el que puso en la mira la función de un banco central como promotor del crecimiento, no sólo porque, efectivamente la Reserva Federal (Fed) tiene entre sus objetivos procurar el pleno empleo, además de mantener una inflación objetivo y las tasas bajas, sino porque el Presidente de Estados Unidos quiere dictar la política monetaria de esa institución.

Evidentemente que entre esta ola de gobiernos autoritarios se convierte en ejemplar esa pretensión de activar la fábrica de dólares para levantar el desempeño de una economía amenazada por el proteccionismo impulsado por el propio republicano.

En México de facto Banxico ha privilegiado en los últimos tiempos una función dual del mandato del banco. La actual composición de la Junta de Gobierno no esconde cómo una mayoría abiertamente defiende el relajamiento de la política monetaria como una forma de impulsar la economía.

En los hechos se ha abandonado la intransigencia de defender la meta de una inflación general entre 2.0 y 4.0%, no sólo por algunos resultados mensuales arriba del objetivo, sino por perder esa mirada de banquero central más allá de un solo dato.

Desde la máxima, y única, tribuna política del país se adelantó una idea, de esas que con una mayoría absoluta y sumisa se puede convertir en cambio constitucional, de hacer del Banco de México una institución con un mandato doble: cuidar el poder de compra del peso mexicano y buscar el pleno empleo.

Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum lanzó su idea de cambiar el mandato de Banxico, dijo que no estaba hablando de Bolivia sino de la Fed de Estados Unidos.

Solo que, para fines de comparación laboral, México está tan lejos de Estados Unidos como de Bolivia en materia de informalidad, que es un indicador básico para que un banco central pueda tener un mandato dual.

Sí, Bolivia tiene una tasa de informalidad de 84.47%, algo muy cercano a la anarquía fiscal, pero México tampoco es un ejemplo de disciplina estructural con esa tasa de 54.8%, contra Estados Unidos y su 6.3% de tasa de informalidad.

Son muchas las diferencias estructurales entre los dos países norteamericanos como para estar seguros de que no es conveniente una función dual del Banxico, pero hay un factor adicional para no meterse ahora con ese último bastión de los organismos autónomos en México.

Irremediablemente este régimen se ha apoderado de todas las estructuras que solían darle solidez institucional al país, desde los organismos autónomos, hasta el Poder Judicial, todos hoy están al servicio de un solo máximo poder.

El Instituto Nacional Electoral, que también ya de facto demostró su proclividad al servicio del poder presidencial, más allá de la sumisión total del órgano judicial competente, está ya en la ruta inevitable del control gubernamental.

Si ya está en marcha el desmantelamiento del sistema electoral, lo mejor es no dar la puntilla a la confianza económica con la destrucción de la autonomía del banco central.

Para fines de comparación laboral, México está tan lejos de Estados Unidos como de Bolivia en materia de informalidad, que es un indicador básico para que un banco central pueda tener un mandato dual.

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