Guerra comercial, daño diferido

En lo que va del año, las consecuencias económicas de la guerra comercial no se han materializado con toda la intensidad que se podía temer. El choque a las exportaciones mexicanas ha sido atenuado por las diferentes suspensiones y excepciones aplicadas a los aranceles introducidos por el gobierno Trump en su segundo mandato.

Además, las empresas americanas han privilegiado el abastecimiento anticipado como estrategia para esterilizar parcialmente el impacto de los aranceles en sus costos. Esto se vio reflejado los déficits comerciales récord de Estados Unidos durante los primeros meses del año, y su consecuencia lógica, una resiliencia de las exportaciones mexicanas.

Los efectos de anticipación podrían seguir alimentando la dinámica a corto plazo en México con una posible alza a venir en las remesas, ante el impuesto previsto en la “Big Beautiful Bill” que el gobierno estadounidense acaba de pasar.

No obstante, no todos los indicadores han salido inmunes. El empleo manufacturero ha comenzado a orientarse a la baja, dándonos cinco meses seguidos de contracción interanual en 2025, cosa que desde que se registra el dato solo ha sucedido en las crisis de 2001, 2008 y 2020.

El indicador mensual de actividad económica de INEGI para el mes de abril ha sorprendido al alza (+0.5% mensual), pero con una fuerte contracción de la construcción (-2%), sector que pesa por 6% en el PIB y que viene en una trayectoria a la baja desde 2024. El aplazamiento del choque le esta dando a la economía mexicana un poco de margen para digerir, pero los vientos de popa siguen ahí.

Ambos países han manifestado claramente su interés por acelerar la revisión del T-MEC, buscando lanzar las discusiones en el segundo semestre del 2025, y no a mediados de 2026 como estaba originalmente previsto.

Es lógico pensar que la Casa Blanca dirigirá su atención a sus vecinos inmediatos después de haber definido su posición con respecto a Asia y Europa durante el verano. El trato establecido recientemente con Vietnam contiene señales sobre los parámetros que guiaran estas negociaciones. No es ningún secreto que gran parte del crecimiento extraordinario que ha tenido Vietnam en los últimos años es gracias al transbordo de productos de origen Chino. El arancel aplicado al contenido Chino de las exportaciones vietnamitas será el doble, 40% contra 20%.

Aunque el fenómeno del transbordo sea de escala mucho menor en México, las restricciones sobre su integración a las cadenas de suministro mundiales son mayores. Para poder calificar al tratamiento T-MEC y ser perdonados los onerosos aranceles, los productos mexicanos deben respetar las reglas de origen.

En el caso emblemático de la industria automotriz, estas implican que 75% del valor agregado del bien y 70% del contenido en acero y aluminio deben ser de origen Norteamericano, y 40-45% del valor laboral debe venir de empleados ganando al menos 16 dólares por hora.

A pesar de esto, el peso de Estados Unidos y Canadá en las importaciones mexicanas ha disminuido desde la introducción del T-MEC en 2020, del 47 al 41por ciento.

Si bien la demanda de la industria manufacturera mexicana esta completamente orientada hacia Estados Unidos, asegurar los niveles de producción e inversión para satisfacer esta demanda requiere suministrarse en bienes producidos afuera de Norteamérica.

El corolario es que el mantenimiento del modelo del Nearshoring implicaría mucha más integración vertical hacia los eslabones anteriores en la cadena de suministro. El realismo de tal estrategia dependerá mucho del balance arancelario que se determine en este año: si el diferencial con Asia y Europa es lo suficientemente fuerte, puede resultar conveniente para las constructoras automóviles transferir a Mexico la producción de ciertos componentes.

En resumen, podemos esperar todavía varios trimestres de incertidumbre, pero el camino hacia la normalización puede empezar a revelarse si las discusiones con EU avanzan rápido.

*El autor es economista para Norte América del Grupo Coface

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