Cegueras y errores presupuestarios de Estados Unidos
AUSTIN – El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, y Jared Bernstein, economista jefe del expresidente Joe Biden, parecen estar de acuerdo en que las tasas de interés estadounidenses son demasiado altas. ¿Estamos, entonces, a punto de ver un consenso bipartidista a favor de recortarlas? Estaría bien, pero no se hagan ilusiones.
En un artículo en The New York Times donde se declara un “halcón presupuestario”, Bernstein ha descubierto un poco de matemáticas sobre lo que el execonomista jefe del FMI Olivier Blanchard escribió por primera vez hace más de 40 años: “un gobierno puede mantener déficits presupuestarios modestos siempre que su economía crezca más rápido que la tasa de interés de su deuda”.
Formulé el mismo comentario, incluso con más fuerza, para el Levy Economics Institute en 2011: “Cuando la tasa de interés real es inferior a la tasa de crecimiento… el déficit sostenible se hace mayor a medida que crece la “carga” de la deuda. Esta es la razón por la que los países grandes con deudas públicas grandes pueden tener déficits grandes y salirse con la suya, como Estados Unidos ha hecho casi sin interrupción desde la década de 1930”.
Ahora bien, cuando las tasas de interés superan el crecimiento del PIB, la relación entre deuda y PIB empieza a aumentar. Bernstein explica este temor con ayuda de Blanchard.
Según Blanchard, el problema de la sostenibilidad fue peor durante la presidencia de Bill Clinton, una época recientemente celebrada en otro ensayo de The New York Times escrito por dos secretarios del Tesoro de ese período, Robert Rubin y Lawrence Summers. Su mandato, afirman, “desencadenó un ciclo económico virtuoso de crecimiento, reducción del déficit, tasas de interés más bajas y, por ende, más inversión y crecimiento”.
Y el índice de sostenibilidad de Blanchard mejoró bajo la presidencia de George W. Bush, en los años 2000, a pesar de los recortes fiscales, la recesión de 2001 y el aumento de los déficits, todos ellos preludios del colapso de las hipotecas de alto riesgo estadounidenses y la subsiguiente Crisis Financiera Global de 2008, que llevaron los déficits por las nubes, ¡pero mejoraron el índice de Blanchard! Si están empezando a dudar del valor práctico de esta métrica, no son los únicos.
Por último, las tasas de interés “reales” empiezan a subir en 2020 -en plena pandemia-. Pero eso es solo porque los precios cayeron al principio, con el colapso especialmente de los mercados petroleros en 2020. Las tasas de interés reales no empezaron a subir hasta marzo de 2022. ¿Y por qué fue eso? No en respuesta a la “inflación” -esa fue la excusa, no la causa-. Las tasas de interés subieron solo porque la Reserva Federal decidió subirlas. Pero la Reserva Federal no juega ningún papel en el análisis de Bernstein y no se la menciona en su columna.
Summers -el otro gran halcón del déficit- ha vuelto a ser noticia recientemente, cuando condenó el proyecto de ley “Big, Beautiful Bill” de los republicanos y respaldó un análisis del Laboratorio de Presupuesto de Yale que muestra un aumento de la relación deuda-PIB de 40 puntos porcentuales (con respecto a la situación de partida), un descenso del PIB del 2.9% al cabo de 30 años y un aumento de la tasa de interés de la deuda federal de 0.6 puntos porcentuales -una cifra que Bernstein califica de “significativa”-. De hecho, tanto el déficit del PIB proyectado como el aumento de las tasas de interés son triviales, y el análisis de Yale no muestra ningún efecto sobre la economía: proyecta una inflación estable del 2% y un pleno empleo estable durante las próximas décadas. Entonces, ¿cuál es la “carga” de toda esa deuda?
Bessent criticó a Summers por afirmar que los recortes presupuestarios a Medicaid provocarán miles de muertes prematuras al perderse la cobertura, cerrarse hospitales rurales y reducirse las residencias de ancianos. El exceso de muertes es, en efecto, una consecuencia plausible de esos recortes. Pero los recortes en sí mismos son el resultado directo del alarmismo sobre el déficit y la deuda que se ha incorporado al proceso presupuestario y a la mentalidad de economistas como Summers y ahora, lamentablemente, Bernstein. La situación empeorará. Si Medicaid y SNAP (cupones de alimentos) son prescindibles, ¿quién puede decir que Medicare y la Seguridad Social no lo sean?
El Laboratorio de Presupuesto de Yale admite que “se esperaría que la Reserva Federal subiera las tasas de interés” a raíz del proyecto de presupuesto de los republicanos. Bueno, sí -y esa es (de nuevo) la única razón por la que subirían las tasas de interés-. Pero la expectativa podría ser errónea. La Fed, en cambio, podría recortar las tasas de interés. Si lo hiciera, la tasa de interés de la deuda federal y la carga de la deuda podrían no subir. La inflación podría (o no) ser un poco más alta, reduciendo aún más la relación entre la deuda y el PIB (nominal). La inversión podría ser un poco más fuerte. Y, según la lógica tanto del Laboratorio de Presupuesto de Yale como de la Oficina Presupuestaria del Congreso, la tasa de desempleo no se vería afectada.
Por lo tanto, Bessent tiene razón al reclamarle a la Reserva Federal que baje las tasas de interés. Pero, como la Fed es independiente del poder ejecutivo, su presión puede ser contraproducente. El presidente de la Fed, Jerome Powell, y sus colegas no pueden ceder sin perder credibilidad.
Una medida más inteligente sería que el Congreso aprobara una resolución que exigiera tasas de interés más bajas. El Congreso, a diferencia del Tesoro o de la Casa Blanca, sí tiene ese poder y, en ocasiones distantes, ha amenazado con utilizarlo. Ahora sería un buen momento para sacar ese viejo garrote del armario.
El autor
James K. Galbraith es director de Relaciones Gubernamentales/Empresariales en la Escuela LBJ de Asuntos Públicos de la Universidad de Texas en Austin y coautor (junto con Jing Chen) de Entropy Economics: The Living Basis of Value and Production (University of Chicago Press, 2025).
Copyright: Project Syndicate, 1995 – 2025