Irán expulsa a más de un millón de afganos en un clima de xenofobia espoleado por los ataques de Israel
Los afganos son en Irán esos extranjeros no siempre bienvenidos, esos “otros” que llegan muchas veces con las manos vacías y a quienes se termina culpando de males como la pobreza o la delincuencia. Migrantes como los niños desharrapados y descalzos que venden chicles junto al Gran Bazar de Teherán; los obreros que doblan la espalda en las obras o en los campos agrícolas, o las refugiadas que huyeron del infierno que los talibanes han reservado para ellas. Esa comunidad migrante es desde hace años objeto de agresiones racistas y campañas de bulos, un clima de xenofobia espoleado por los 12 días de ataques de Israel contra Irán de junio, pero que venía de antes. Desde enero, Teherán ha forzado el retorno a Afganistán de al menos 1,2 millones de afganos, según Naciones Unidas. De ellos, una cifra cercana a la mitad solo entre el 24 de junio y el 9 de julio, en medio de acusaciones de supuesto espionaje para Israel.