Lidera sin excluir las emociones de tu gente, clave para la lealtad y el compromiso

Te has preguntado si tu liderazgo le da espacio al cansancio, al miedo y a la tristeza de tu equipo; o únicamente celebra al que sonríe aunque esté al borde del colapso. Incluso: en tu propio caso como líder, ¿qué tan a menudo te lo cuestionas?
Es hora de cuestionarse sobre el tema, porque si en tu empresa se exige productividad pero se ignoran las emociones, podrías estar cultivando una cultura de desgaste silencioso, renuncias disfrazadas de desempeño y equipos que sobreviven en lugar de prosperar.
Te puede interesar
-
El Empresario
¿Por qué los líderes que gestionan sus emociones logran mejores resultados?
Capital Humano
Crecer o sufrir: ¿Qué tipo de experiencia vive el equipo que lideras?
Y sí, puede que los indicadores clave de negocio se superen, pero a costa de una erosión emocional que tarde o temprano termina cobrando factura. Así que hagamos la pregunta incómoda, pero urgente: ¿te importan o no las emociones de tus colaboradores? ¿y las tuyas? ¿cómo las proyectan hacia tu equipo?
Con frecuencia, tengo oportunidad de abordar el tema en algunos foros y los líderes hablan de los demás sin darse cuenta de como son, ellas y ellos, quienes promueven el ambiente que priva en sus equipos; dependiendo de qué tan competentes son en el manejo de sus emociones.
La emoción: pilar de la experiencia laboral
Durante años, en las organizaciones separamos el mundo emocional del profesional como si fueran esferas distintas. Las emociones eran cosa del hogar, del consultorio o del terreno personal. En la oficina —se creía— bastaba con poner buena cara, rendir, obedecer y dar resultados. Hoy sabemos que ese paradigma ya no funciona.
En realidad, las emociones no se quedan en casa. Atraviesan la jornada, colorean las interacciones, se cuelan en las juntas, afectan el enfoque y determinan —más de lo que queremos admitir— el nivel de compromiso y lealtad de una persona con su lugar de trabajo.
El más reciente informe State of the Global Workplace: 2025 Report, elaborado por la consultora internacional Gallup, lanza una alerta que las áreas de Recursos Humanos no pueden ignorar.
- En América Latina, el 43% de los colaboradores reporta sentirse estresado a lo largo de la jornada laboral. Este porcentaje es incluso mayor al promedio global, que se sitúa en 40 por ciento.
- Es decir, más de cuatro de cada diez trabajadores en nuestra región llegan al final del día con una carga emocional alta y, probablemente, acumulativa.
- El dato habla de una realidad incómoda: el estrés se ha normalizado en nuestras organizaciones. Se vuelve parte del paisaje diario. Se tolera. Se justifica. Pero rara vez se atiende de raíz.
¿Menos enojo, menos tristeza? No siempre
Curiosamente, cuando se analizan emociones como la ira o el enojo, los datos en América Latina muestran una autopercepción más baja. Apenas el 14% de los colaboradores dice experimentar estas emociones durante su jornada, en comparación con el 21% a nivel global. Lo mismo sucede con la tristeza (19% en Latinoamérica vs. 23% global) y la soledad (17% frente al 22%).
Esto podría interpretarse de forma optimista: “nuestra gente está menos enojada, menos triste, menos sola que en otras regiones”. Pero sería un error caer en la lectura complaciente. Porque estos datos, más que señalar una menor intensidad emocional, podrían estar revelando una tendencia a reprimir o no expresar emociones incómodas en el trabajo.
Con frecuencia, en las culturas organizacionales latinoamericanas, mostrar enojo es mal visto, expresar tristeza es signo de debilidad, y hablar de soledad puede interpretarse como falta de “afinidad cultural”. Así que muchas personas optan por callar. Por guardar la emoción. Por fingir bienestar. Y eso tiene un alto costo.
Las emociones no desaparecen cuando no se nombran, se acumulan, se transforman, se filtran en la comunicación, en el ausentismo, en el desgaste crónico, en los silencios incómodos, en el distanciamiento emocional y —eventualmente— en la fuga de talento.
¿Por qué importa esto en términos de negocio? Porque la emoción no es un factor decorativo. Es un componente central de la experiencia laboral. Y cuando se gestiona con inteligencia, se convierte en motor de pertenencia, innovación y desempeño sostenible. Justo aquí, mi punto fundamental: ¿cómo gestionas tus emociones? ¿y las de los otros? ¿cómo identificas las diferencias individuales que nos hacen gestionar el talento casi de manera personalizada?
Hoy, el autoconocimiento del líder en sus capacidades, fortalezas y ejes de desarrollo, es indispensable en cualquier ámbito de interacción humana.
Los colaboradores que se sienten emocionalmente reconocidos son más leales, más colaborativos, más resilientes y propensos a comprometerse con los objetivos organizacionales. En cambio, quienes se sienten emocionalmente invisibles, tienden a desconectarse, a “renunciar en silencio” o a buscar otros entornos donde sí sean escuchados. Y aquí entra la función estratégica de Recursos Humanos: dejar de gestionar procesos para empezar a cuidar personas.
5 acciones para liderar desde la inteligencia emocional
Si los datos de tu organización indican altos niveles de estrés, señales de tristeza, soledad o desconexión emocional, es momento de actuar. A continuación te comparto cinco acciones que pueden marcar una diferencia real:
- Incorporar el tema emocional en las conversaciones cotidianas: los líderes deben ser capaces de abrir espacios de conversación donde se pueda preguntar —genuinamente— ¿cómo estás? y escuchar la respuesta sin juicio ni prisa. Las emociones no son interrupciones del trabajo, son parte de él.
- Capacitar a líderes en inteligencia emocional y liderazgo compasivo: un líder que no reconoce sus propias emociones difícilmente sabrá acompañar las de su equipo. Es urgente formar líderes capaces de gestionar el estrés, escuchar con empatía, validar emociones y actuar con humanidad. Esto no es un “plus”: es una competencia estratégica.
- Promover prácticas de autocuidado organizacional: desde pausas activas, hasta momentos de silencio o programas de mindfulness, pasando por políticas de desconexión digital. Las organizaciones deben fomentar entornos donde la salud mental y emocional sea un tema institucional, no individual.
- Replantear la relación con el estrés: no todo estrés es negativo, pero el estrés crónico sí lo es. Recursos Humanos debe trabajar con las áreas operativas para detectar focos rojos, ajustar cargas de trabajo, revisar metas y evitar dinámicas tóxicas de urgencia permanente.
- Diseñar experiencias de trabajo que generen conexión humana: las oficinas no deben ser únicamente lugares para producir, sino espacios para conectar. Generar rituales, celebraciones, dinámicas de integración y espacios informales fortalece el tejido emocional del equipo.
Recursos Humanos: más humano que nunca
La gestión emocional es una palanca de negocio, porque una organización emocionalmente inteligente retiene talento y lo inspira. Además de entregar resultados, los hace sostenibles. Y crea cultura aunada a un fuerte sentido de pertenencia.
Recursos Humanos ahora tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de liderar este cambio. De pasar del control al cuidado. De la supervisión al acompañamiento. De los formatos a las conversaciones. De la administración de personas a la comprensión de seres humanos. Porque al final del día, no recordamos tanto lo que hicimos, sino cómo nos hicieron sentir mientras lo hacíamos.
¿Estás liderando con humanidad o con piloto automático? La respuesta podría definir el clima laboral de tu empresa y también su futuro.