Dietas de un solo alimento: ¿eficaces, inútiles o peligrosas?

Cuando llega el verano aparecen por todos lados supuestas “dietas milagro”, soluciones perfectas para perder esos kilos que nos sobran y nos impiden lucir un cuerpo perfecto. Y entre ellas encontramos las llamadas monodietas, regímenes restrictivos que consisten en consumir exclusivamente un solo tipo de alimento (o un grupo muy limitado de alimentos) durante un periodo determinado. El objetivo es perder peso rápidamente o “desintoxicar” el organismo.

Ejemplos populares son las dietas de la piña, de la manzana, de la sandía, del melocotón, de la alcachofa, algunas que incluyen cereales como la dieta del arroz, e incluso regímenes basados en la ingesta de alimentos proteicos como el atún o la leche. Su aparente simplicidad y la promesa de obtener resultados rápidos explican su éxito.

Una pérdida de peso efímera

Al tratarse de dietas que generan una drástica reducción calórica, se produce una pérdida de peso a corto plazo. Sin embargo, consumir una ingesta tan baja de calorías da lugar a una disminución de los niveles de glucosa en sangre, lo que activa mecanismos compensatorios para mantener el suministro de energía.

Inicialmente, el organismo utiliza el glucógeno hepático, principal fuente de reserva de glucosa que se encarga de mantener los niveles adecuados de este azúcar en sangre, especialmente entre comidas o durante el ayuno. Sin embargo, al agotarse ese depósito, el organismo comienza a movilizar masa muscular para obtener aminoácidos que, a través de otras rutas metabólicas, permiten la síntesis de glucosa. Este proceso, sostenido en el tiempo, puede llevar a una pérdida significativa de masa muscular y otras alteraciones metabólicas.

Por tanto, buena parte de la bajada de peso corresponde a una pérdida de agua y masa muscular, más que a grasa corporal, por lo que esos resultados tienden a ser temporales. Al finalizar este tipo de dietas, es común que el individuo recupere rápidamente el peso perdido cuando recupera su alimentación habitual, lo que se conoce como “efecto rebote”.

En suma, las monodietas pueden resultar atractivas por la obtención de resultados rápidos, pero no promueven una pérdida de peso mantenida en el tiempo ni educan en hábitos alimentarios saludables.

Pero ¿tienen algún beneficio real?

Más allá de la citada pérdida de peso inicial, las evidencias científicas que respalden beneficios reales y duraderos de las monodietas son prácticamente inexistentes. Algunos individuos reportan una “sensación de ligereza” o mejor digestión, pero estos efectos pueden deberse más a la eliminación de alimentos procesados que al régimen en sí.

También puede producirse el llamado “efecto placebo”: al creer que están siguiendo una dieta detox y están “limpiando” su cuerpo, las personas se sienten mejor, aunque no haya cambios fisiológicos demostrados.

¿Son peligrosas?

Sí, las monodietas pueden llegar a ser peligrosas, especialmente si se prolongan en el tiempo. Su principal riesgo es la deficiencia de nutrientes esenciales. Al consumir solo un tipo de alimento, dejamos de ingerir proteínas, grasas saludables, vitaminas y minerales necesarios para el correcto funcionamiento del organismo. Además, pueden dar lugar a problemas digestivos, trastornos metabólicos, problemas osteomusculares, alteraciones hormonales y desequilibrios electrolíticos, especialmente en personas con una situación de salud previa vulnerable.

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Otro peligro importante es el de generar una relación poco saludable con la comida, marcada por la restricción y la culpa, que en casos extremos pueden desencadenar trastornos alimentarios como la ortorexia o la anorexia nerviosa.

Adicionalmente, esta limitación radical de nutrientes puede afectar el equilibrio de neurotransmisores a nivel cerebral, contribuyendo a una situación de irritabilidad y fatiga, afectando negativamente al bienestar emocional.

¿Por qué siguen siendo populares?

A pesar de los riesgos citados, las monodietas siguen teniendo éxito, especialmente en redes sociales y medios de comunicación. Su atractivo radica en la simplicidad y la promesa de resultados rápidos sin demasiado esfuerzo. Además, muchas de estas dietas son promovidas por celebridades o influencers, lo que les otorga una falsa credibilidad. La desinformación, la presión estética y la falta de educación nutricional en la sociedad también contribuyen a su seguimiento.

Debemos hacer hincapié en que las dietas de un solo alimento pueden ser eficaces para perder peso de forma rápida y temporal, pero no son efectivas a largo plazo y resultan peligrosas si el seguimiento de las mismas es prolongado. No aportan beneficios reales para la salud y pueden ocasionar deficiencias nutricionales e importantes problemas de salud.

Por estas razones, no son recomendables ni deben ser promovidas como métodos adecuados de control de peso o mejora de la salud. La mejor estrategia para lograr y mantener un peso saludable sigue siendo una alimentación equilibrada, variada y sostenida en el tiempo, acompañada de actividad física regular y hábitos de vida saludables.

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