Las mentiras que nos decimos sobre el dinero (Parte 2 de 2)
En la primera parte hablamos de cuatro formas como nos engañamos a nosotros mismos con respecto al dinero. Hoy quiero compartir otras tres mentiras que frecuentemente nos decimos:
5: Ahorraré más en el futuro
El mañana siempre nos da esperanza: “voy a ganar más”, “tendré menos gastos porque habré terminado de pagar este crédito” o simplemente “estaré más motivado”.
Eso en realidad es un espejismo. Si hoy no ahorras un 10% de tus ingresos, mañana difícilmente lo harás. Los gastos crecen con el ingreso, no los ahorros (lamentablemente).
Por ejemplo: imagina que ganas $30,000 al mes, pero no ahorras nada, porque según tú apenas te alcanza. Ahora bien, si de repente te suben el sueldo hasta $40,000, ¿ahorrarás $10,000? Lo más probable es que no. Seguramente renovarás tu armario o comprarás una nueva pantalla plana. Esto sucede porque al ganar más, te alcanzará para cosas que antes no podrías comprar. Ahora de repente sentirás que “las necesitas” para verte mejor o simplemente las “mereces”.
La verdad es que el presente es tu único aliado. Si no empiezas a cambiar la manera como ves el dinero, si no comienzas a ahorrar hoy, difícilmente lo harás en el futuro, aunque ganes más. Además, la procrastinación financiera puede tener un alto costo, como lo veremos en la siguiente mentira.
6: Estoy muy joven, tengo mucho tiempo para pensar en mi retiro.
Más de una vez he explicado en este espacio que el mejor momento para empezar nuestro ahorro para el retiro es desde que empezamos a ganar dinero. Desde que tenemos nuestro primer trabajo. Si desde ese momento nos acostumbramos a ahorrar un 10% de lo que ganamos (además de las contribuciones legales a las Afores), muy probablemente tendremos una vida cómoda en nuestros años dorados.
Tristemente, la mayoría de la gente no se da cuenta. Los jóvenes se dicen: “Tengo mucho tiempo para pensar en ello, ahora quiero disfrutar”. Pero están cometiendo un gravísimo error. Cuando uno entiende el concepto del interés compuesto, uno se da perfectamente cuenta que el tiempo es quizá la variable más importante. Cada año que uno posponga este ahorro (e inversión) puede salir muy caro.
Por ejemplo, si desde los 25 años inviertes $5,000 mensuales a una tasa real (arriba de la inflación) del 6% anual, a la edad de 65 tendrás casi 10 millones de pesos. Pero si te esperas sólo 5 años (empiezas a los 30), alcanzarás sólo 7 millones y medio. Ahora bien, si lo sigues posponiendo y comienzas a los 35 años, alcanzarás apenas 5 millones. La diferencia es brutal. Esperarte a que la edad te obligue a actuar y empezar tu ahorro es uno de los peores errores financieros que puede cometer una persona.
7: Hay deuda buena y deuda mala
Yo mismo he caído en esa mentira y he escrito, en este espacio, artículos sobre la deuda buena y la deuda mala. Lo que hay que entender es que deuda es una herramienta que hay que usar con mucho cuidado, porque en todos los casos te ata a pagos futuros y te limita tu libertad.
Sin embargo, como en todo hay grados. Un crédito con intereses bajos y propósito claro (por ejemplo, una buena maestría) puede valer la pena. Lo mismo un crédito para poner una nueva línea de producción en tu empresa, si la demanda está ahí.
Sin embargo, más que etiquetar una deuda como “buena” o como “mala”, uno debería pensar primero si la puede pagar y si el beneficio esperado supera el costo de ese crédito a largo plazo.
En el ejemplo de la maestría, si hacerla te da un potencial incremento en tus ingresos de un 40%, quizá valga la pena. Pero una deuda cara, o que te obligue a trabajar muchos años para pagarla, quizá no sea una buena decisión.
La clave es entender, que en todo caso, cualquier crédito es una obligación. Asegúrate de comprender bien sus alcances, sus pros y sus contras, antes de adquirirlo.
Para terminar, quiero decirte que no dejes que las mentiras financieras te roben el futuro. Manejar bien tu dinero no es una meta, sino un hábito que hay que adquirir temprano y que además hay que seguir formando el resto de tu vida adulta. Empieza por deshacerte de las excusas que sólo te engañan a ti mismo. Construye sistemas que te funcionen y que te ayuden a actuar. Porque al final, la diferencia entre una vida con estrés financiero y una sin él no está en el tamaño de tus ingresos, sino en las decisiones que tomas hoy.