Cómo compiten los países

Los países compiten. Ésta es la conclusión a la que llega el profesor de Harvard H. Vietor (Cómo compiten los países, estrategia, estructura y gobierno de la economía global, Deusto y Harvard Business Review Press, Barcelona, 2008). Por competir se refiere el autor a que los países se enfrentan entre sí para conseguir mayor cuota del mercado mundial, peleando por las inversiones extranjeras y las exportaciones, a través de sus empresas. La economía global era en 2008 de 44 mil billones de dólares. Aunque ha crecido a un ritmo saludable desde 1940, las exportaciones totales aún lo han hecho más rápidamente, más del doble. Ello ha estimulado el consumo en los países ricos y a las inversiones en países en desarrollo, ayudando a ambos grupos a crecer más deprisa. Por consiguiente, los países compiten por la inversión extranjera directa y por las técnicas empresariales, la tecnología y los canales de distribución que la acompañan. La finalidad de esta competición es el crecimiento y el desarrollo; reducir la pobreza, facilitar la urbanización, aumentar el nivel de vida y crear puestos de trabajo.

Esta competición la lidera el gobierno, a través de varias vías fundamentales. El gobierno es el responsable de otorgar seguridad, asegurar los contratos, asumir el riesgo, gestionar la macroeconomía y definir la política industrial. El gobierno hace eso a través de la creación y el mantenimiento de instituciones políticas, sociales y económicas, por los cuales su personal funciona, interactúa y compite.

A los ejecutivos no les interesa en principio la administración pública. Y sin embargo, le otorgan unas enormes responsabilidades, no sólo respecto a la política fiscal y monetaria, que da forma al comportamiento de su macroeconomía, sino también respecto a los recursos para viviendas, educación, sanidad, investigación y desarrollo y defensa. Y sin embargo, demasiados ejecutivos mundiales no saben lo suficiente de la economía mundial, aunque les gustaría saber más. Se benefician del aumento de los salarios más lentos que el crecimiento de la productividad, de la disponibilidad de unos trabajadores con buena formación, y de unas reglas laborales relativamente liberales. Las empresas también se benefician de los tipos bajos de interés que fomentan la inversión, y de relativamente pocas regulaciones y barreras para las inversiones. Las empresas necesitan tipos de cambio competitivos, derechos de propiedad seguros, una distribución razonable de los ingresos, tan poca corrupción como sea posible y pocas barreras para el comercio exterior. Y también necesitan una política macroeconómica que controle la inflación y mantenga el crecimiento a largo plazo.

Si se tiene un conocimiento razonable de la historia de un país, uno puede construir supuestos sencillos para pensar cuidadosamente en el futuro y en el corto plazo. Examinando futuros optimistas y pesimistas, razonablemente probables en ambos casos, un directivo puede evaluar las condiciones económicas que más probablemente experimentará. ¿Es probable que un mercado de inversiones directas crezca o mantenga los costos competitivos para la reexportación? ¿Debería esperarse un empeoramiento de la inflación o la revalorización de la divisa? ¿Se verá el país obligado a reducir el déficit fiscal, y por tanto, a ralentizar el crecimiento interno? ¿O el aumento de deuda disparará los tipos de interés?

Los ejecutivos empresariales, los políticos y los ciudadanos informados necesitan tener una idea clara de las fuerzas que impulsan la competencia global. Necesitan conocer qué hacen los gobiernos, de forma efectiva y no efectiva, y qué mejoras pueden extraer de estos ejemplos. ¿Qué instituciones ayudan a estimular el ahorro y las inversiones? ¿Qué evita la corrupción? ¿Cómo puede reducirse la inflación, mientras los tipos de cambio se mueven hacia los valores del mercado? ¿De dónde procede la productividad, de entre el amplio abanico de normativas del gobierno? Los ciudadanos necesitan saber todo esto, si quieren tener alguna influencia en los resultados positivos de sus propios entornos tácticos.

Todos los países tienen una estrategia para el desarrollo económico. Puede ser explícita, cuidadosamente formulada y discutida como tal por los funcionarios de alto nivel. O puede ser totalmente implícita, una colección suelta de objetivos y normas que simplemente aparezcan después del hecho. Por supuesto, la estrategia por sí sola no es suficiente; los países necesitan una estructura organizativa que la puedan implementar de forma efectiva. La falta de armonía entre la estrategia y la estructura, lleva inexorablemente a un crecimiento lento o inexistente.

Hemos hecho las observaciones anteriores de Vietor para que nuestros gobernantes se pregunten: ¿estamos siguiendo unas líneas de estrategia, estructura y gobierno competitiva? ¿Hay señales en sentido negativo? He aquí una serie de importante examen de conciencia para los gobernantes mexicanos.

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