Roma y Condesa, gentrificación o decadencia

La gentrificación de barrios o colonias tradicionales es medida del éxito de las ciudades en atraer población, inversión y prosperidad. Se basa casi siempre en patrimonio urbano heredado de épocas pasadas, que es restaurado, valorizado, reinsertado y refuncionalizado en un nuevo y dinámico mercado inmobiliario. La restauración y mantenimiento de edificios patrimoniales (coloniales, neoclásicos, Art Nouveau, Art Decó, neocolonial, o funcionalista) sólo es viable con habitantes y negocios de un cierto nivel de ingreso. Es imposible restaurar y mantener edificios patrimoniales con inquilinos precarizados. Esto ha sido demostrado una y otra vez en el Centro Histórico de la Ciudad de México, y también en las colonias Roma y Condesa (también, en la colonia Juárez, Santa María la Ribera, San Rafael). Primero, con el congelamiento de rentas en 1948 que indujo el abandono y el deterioro de inmuebles al hacer imposible su mantenimiento adecuado. Segundo, con la emigración de familias de clase media alta y alta a los nuevos barrios del poniente de la ciudad desde los años sesenta. Tercero, con el terremoto de 1985, que causó daños severos a muchas edificaciones y provocó un deprimente ambiente de decadencia social y urbana. Con rentas congeladas muy bajas, y negocios de poca monta fue inviable para los propietarios invertir en restauración y mantenimiento de inmuebles históricos o patrimoniales.

Esto, en un escenario de restricciones regulatorias y burocráticas a la densificación y construcción de vivienda. Excepciones fueron el multifamiliar Juárez de Mario Pani en terrenos del antiguo Estadio Nacional, y anodinos edificios construidos en los 60’s y 70’s, sin supervisión patrimonial del INBA. Se multiplicaron edificaciones decrépitas, e inmuebles abandonados o en litigio, degradación arquitectónica y patrimonial, ambulantaje, y lumpenización del espacio público. Las colonias Roma y Condesa decayeron, lo que empujó el despoblamiento de la ciudad central a finales del siglo XX. El valor arquitectónico, histórico o patrimonial de los inmuebles tiene, forzosamente, que guardar correlación con su valor de mercado, y con el ingreso o poder adquisitivo de sus habitantes. Decir lo contrario, es sólo demagogia. Las colonias Roma y Condesa, nunca fueron barrios populares. Fueron concebidas, planeadas y desarrolladas para familias de clase media alta e incluso aristocráticas. La Colonia Roma fue una joya del desarrollo urbano porfiriano, junto con Santa María la Ribera, planeada y ejecutada por Miguel Angel de Quevedo (sí, antes de ser el “Apóstol del Árbol”, Miguel Angel de Quevedo fue urbanista, ingeniero y desarrollador inmobiliario, necesariamente, afrancesado). Su firma está en calles anchas y ortogonales, aceras arboladas, plazas y alamedas, agua y drenaje, electrificación y alumbrado público, y líneas de tranvías. Las colonias Roma, Juárez y Santa María la Ribera fueron estandartes de la prosperidad porfiriana. La colonia Condesa empezó a fraccionarse ortogonalmente desde 1902 sobre terrenos de la Condesa de Miravalle. Durante la década de los años veinte, fue rediseñada y planeada por José Luis Cuevas Pietrasanta, con el ex – Hipódromo como plantilla, y el Parque México como corazón urbano, con calles curvas, camellones arbolados, y, edificaciones Art Decó, con inspiración francesa haussmaniana. Es una falsedad histórica afirmar que las colonias Roma y Condesa fueron alguna vez barrios populares; más allá de las décadas de degradación y decadencia entre 1950 y 2000.

La gentrificación que viven ahora las colonias Roma y Condesa es en realidad un renacimiento social y urbano, fundamentado en la herencia porfiriana, y catalizado por nuevas tendencias demográficas, de trabajo remoto, turismo internacional, cultura, y preferencia de los jóvenes por la centralidad urbana. Este renacimiento afecta a quienes habitaron la decadencia y ahora enfrentan el auge, que se acopla con el encarecimiento de rentas, no sólo por alta demanda, sino por restricciones obsoletas de densidad y alturas que bloquean la oferta. Mucha gente se ve obligada a dejar la ciudad central y a vivir en la periferia. Es absurdo y suicida pretender expulsar al turismo, y delirante, que el gobierno de la CDMX asuma el discurso, woke, izquierdista y retardatario contra la gentrificación, y ofrezca cobertura política e ideológica (de Iztapalapa para el mundo) a grupos delincuenciales xenófobos del partido en el poder, que han asolado y vandalizado recientemente las colonias Roma y Condesa. (El vandalismo ya es endémico de la CDMX). Algunas opciones obligadas para mitigar los costos sociales de la gentrificación incluyen el cambio de regulaciones urbanas para promover la densificación, y la oferta diversificada de vivienda en la ciudad central; impuestos prediales punitivos a inmuebles abandonados o subutilizados; control estricto de Airbnb; derecho de tanto a inquilinos en compra de departamentos; extirpar ambulantaje; controlar firmemente usos del suelo no habitacionales así como horarios de funcionamiento y ruido; peatonalización de calles; pavimentación y mejora del espacio público y mobiliario urbano; micro-movilidad; e incentivos fiscales (predial) para la restauración de inmuebles patrimoniales. Pretender combatir la gentrificación, topando o controlando rentas, y privilegiando “derechos” de inquilinos sería otra trágica tontería populista, y vuelta a la decadencia.

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