Mexicana: aerolínea del Estado
Hace ocho días llegó al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), el primero de los 20 aviones Embraer que adquirió la Sedena para Mexicana de Aviación, empresa por la que se prometieron 815 millones de pesos a los exhaustos trabajadores de la aerolínea y todavía se les adeudan 407 repartidos entre 6,500 trabajadores.
La compra de los aviones, 10 Embraer 190-E2 y 10 Embraer 195-E2, fue anunciada hace meses, tras un acuerdo entre funcionarios brasileños y el gobierno mexicano a propósito de la invitación para que Brasil fuese el invitado de honor en la Feria Aeroespacial Mexicana (FAMEX) 2025. El acuerdo incluyó la adquisición de aeronaves, pero también una promesa para explorar la fabricación de partes de las aeronaves de esa empresa en alguno de los “clusters” aeroespaciales mexicanos.
Hasta aquí, todo bien (excepto la deuda que aún persiste con los trabajadores de la extinta Mexicana). El problema es que nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que va a hacer la nueva Mexicana de Aviación con los equipos Embraer para 132 y 146 pasajeros, respectivamente. Este tipo de aeronave está diseñada para aeropuertos de medianos a grandes, como la mayoría de los que existen en México y cuyas mejores rutas están ya bien servidas (y competidas bastante bien) por las tres aerolíneas troncales del país: Viva, Volaris y Aeroméxico.
El problema es de fondo. En la nueva figura que se creó para que Mexicana y el AIFA tuvieran una existencia legal bien justificada, la Ley de Aviación Civil más reciente incluyó la asignación de aerolínea y aeropuerto para dependencias gubernamentales, que coexiste con la concesión y el permiso que se otorgan a empresas privadas para los mismos fines. La diferencia es que la asignación tiene como propósito un servicio de utilidad pública, interés público o social o seguridad nacional y se otorga a dependencias de la administración pública federal.
La idea es, pues, que una aerolínea de este tipo se dedique a prestar servicios que requiere el país con urgencia, como es la conectividad de ciudades, regiones, lugares que requieren desarrollarse o que, habiéndose desarrollado antes, ya no cuenten con medios de transporte que les permitan cumplir cabalmente con sus objetivos. Estamos hablando de lugares como Lázaro Cárdenas, Salina Cruz, Piedras Negras, etc., donde es difícil acceder, ya sea porque sus aeropuertos son pequeños con pistas cortas o porque no existe aún masa crítica suficiente que haga rentables sus rutas. Ése es el caso típico de un tema de interés público, ya que instalaciones siderúrgicas o portuarias, petroleras, industriales que necesitan conectividad con el centro o el resto del país es un asunto que le compete a la administración pública.
Pero para muchos de estos aeropuertos la aeronave crítica (es decir, la que típicamente debe utilizarse para una mayor eficiencia) no es el E190 o 195, equipos que compiten con Airbus 320 o Boeing 737. Lo que se requiere son aviones regionales, más pequeños y eficientes para este mercado.
Con lo que se compró veremos a Mexicana competir con las aerolíneas troncales ya establecidas y, merced a sus subsidios, hacerlo de forma desleal que puede causar un verdadero problema a la industria. No todo lo que parece social lo es, a veces resulta contraproducente. Veremos.