El superávit parcha el techo, pero no abona la tierra

En un entorno de moderación económica y presiones fiscales crecientes, el reporte de finanzas públicas al cierre de mayo ofrece un contraste relevante. Con más ingresos y menos gastos, se cambia un déficit por un superávit en los primeros cinco meses del año. Pero es importante mirar con calma la composición de algunas cifras.

La actividad económica continúa con un ritmo contenido. Las cifras de consumo, inversión, confianza empresarial y otras no son muy alentadoras. A esto se suman factores externos que complican el panorama, particularmente porque la economía estadounidense pierde fuerza y las tensiones comerciales, aunque menos intensas en los medios de comunicación, mantienen un ambiente de incertidumbre. Además, el brinco en los precios del petróleo no duró mucho y la mezcla mexicana de exportación se encuentra por debajo de los 65 dólares por barril.

En ese contexto, las finanzas públicas sorprendieron con una noticia positiva: los ingresos presupuestarios del sector público aumentaron 3.7 % en términos reales en los primeros cinco meses del año respecto al mismo periodo de 2024. No se trata de un salto espectacular, pero sí de una señal de solidez relativa. Más aún si se considera que los ingresos petroleros, que en tiempos previos daban margen a la política fiscal, cayeron 23.8 % en el mismo lapso.

El buen desempeño de los ingresos tributarios es el punto más destacable del informe: crecieron 8.9 % real, impulsados por el IVA (+12.5 %) y el ISR (+8.2 %). Incluso el IEPS a gasolinas y diésel creció ligeramente (0.5 %). Estos datos apuntan a una economía formal que se mantiene activa, aunque contenida, y a un SAT que ha logrado mantener el pulso recaudatorio. Queda por ver si la eficiencia recaudatoria puede continuar en ascenso.

Del lado del gasto, el ajuste es más que evidente. El gasto neto pagado se redujo 5.3 % real en el periodo enero-mayo, pero esa cifra esconde una caída mucho más pronunciada en el gasto programable, que es el que sirve para la provisión de bienes y servicios para la ciudadanía: –9.6 %. En particular, la inversión física se contrajo 29.1 % y la inversión financiera más del 50 %. A pesar de ello, el gasto en servicios personales aumentó 3.2 %, y el gasto corriente estructural cayó 6.8 %, lo que sugiere un esfuerzo por contener el gasto administrativo sin afectar la nómina del gobierno.

Este ajuste permitió revertir el balance primario, es decir, antes de contabilizar el pago de intereses sobre la deuda, principalmente. Mientras en los primeros cinco meses de 2024 se acumulaba un déficit de 170,000 millones de pesos, en el mismo periodo de 2025 se registra un superávit superior a los 209,000 millones. Es un cambio notable que refuerza la narrativa de disciplina fiscal. Sin embargo, conviene observar con cuidado en qué se está dejando de gastar.

La reducción no ha sido uniforme ni neutra. Las erogaciones en inversión física muestran una caída de más de 29%. En cambio, el costo financiero del sector público aumentó 13.1 %, con un salto de más de 42 % tan solo en el mes de mayo. En otras palabras, el gobierno está gastando menos, pero cada vez más de ese gasto se destina al pago de intereses, comisiones y amortizaciones de deuda. El alza en el servicio de la deuda del gobierno federal (+18.3 %) y del sector paraestatal (+22.9 %) refleja el entorno de altas tasas en que se adquirieron muchas obligaciones financieras y que imponen una carga creciente sobre las finanzas públicas.

De continuar así, el superávit primario será una buena noticia, pero no inmaculada. Sí, representa un respiro fiscal y sí, es una señal positiva frente a los mercados. Pero también revela una estructura de gasto cada vez más rígida, en la que el margen de maniobra se reduce mientras crecen los compromisos ineludibles. La inversión cae, los programas con impacto productivo se desaceleran, y el costo de la deuda sigue creciendo.

Que los ingresos estén creciendo en un año complicado es una buena sorpresa. Que la incipiente solidez fiscal se sostenga a costa de menor inversión y de un mayor peso del costo financiero se mantiene como una preocupación central para las finanzas públicas.

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