Inflación (otra vez)

Durante la última reunión de la Junta de Gobierno del Banco de México y a pesar de la tendencia al alza que ha tenido la inflación general y la subyacente en los últimos meses (durante la primera quincena de junio los niveles de estas fueron 4.51 y 4.20 respectivamente), se tomó la decisión, nuevamente, de disminuir la tasa de interés interbancaria a un día en 50 puntos base para situarla en 8 por ciento.

En esa misma reunión el banco central revisó al alza la tasa de inflación prevista para los siguientes trimestres, aunque dejó inalterado su cada vez menos creíble pronóstico de que el objetivo de 3% se lograría hasta el tercer trimestre de 2026.

La reducción de la tasa de interés ante la evolución reciente de la inflación, la revisión al alza de los pronósticos por parte del Banco de México y la persistencia de las expectativas de inflación en niveles que no bajan del 4% indicarían que la política monetaria instrumentada por el instituto central no es consistente con su mandato constitucional de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda. Da la impresión de que los miembros de la Junta de Gobierno se olvidaron que este es el único objetivo de la política monetaria y, por lo mismo, decidieron ya no cumplirlo o, siendo benevolente con ellos, están cómodos con que la inflación se sitúe en el límite superior de la banda de más/menos un punto porcentual alrededor del objetivo puntual de 3 por ciento.

Dos comentarios respecto de esto último, el rango de 2 a 4% que se fijó cuando el Banco de México adoptó el objetivo de inflación como meta. Primero, haber adoptado un rango de inflación en lugar de una meta puntual como la que tienen casi todos los bancos centrales se traduce en que existe el incentivo para que el Banco instrumente una política monetaria consistente con el límite superior, con el riesgo de que el límite se viole, por lo que el objetivo rara vez se logrará, tal como efectivamente ha sucedido. Por lo mismo, el objetivo de inflación tiene que ser puntual, no un rango.

Segundo. Aunque no parecería ser muy relevante que en un año la inflación sea 4% y no 3% o, más aún, no sea 2% (meta establecida por casi todos los bancos centrales), en realidad sí es importante. La inflación acumulada en una década si la anual fuese 4% ascendería a 48%, a 34.4% si la anual fuese 3% y a 21.9% si la anual fuese 2 por ciento. No es lo mismo que en una década el gobierno y los bancos comerciales le “roben” casi la mitad de su riqueza monetaria a que en el mismo periodo solo le roben el 22 por ciento. La tasa máxima de inflación para que se considere que hay estabilidad de precios y que el banco central cumplió con su mandato es 2 por ciento. No es 3% y menos aún 4 por ciento.

Leyeron bien: la inflación es el mecanismo mediante el cual los agentes económicos con posibilidad de crear dinero, el banco central y los bancos comerciales, se apropian de una parte de la riqueza real que los individuos mantienen en efectivo (billetes y monedas) y en sus cuentas de cheques y de débito. Esto es así porque la inflación es un impuesto expropiatorio de la riqueza el cual no requiere de la aprobación del cuerpo legislativo; por ello la inflación es un robo y viola el Estado de derecho.

Más aún, la inflación es el impuesto más regresivo que existe; daña a todos, pero el perjuicio es mayor para los individuos y familias de menores ingresos. Esto es así porque son estas familias quienes tienen menos posibilidades de evadir el impuesto, ya sea manteniendo su riqueza monetaria en moneda extranjera o en instrumentos financieros que paguen una tasa de interés al menos igual a la tasa de inflación o inclusive en ladrillos.

Así, se observa que las familias de menores ingresos (y aquí estamos hablando al menos del 80% de la población mexicana), mantienen su riqueza monetaria en efectivo y en instrumentos financieros que pagan tasas reales de interés negativas. El impuesto sobre su tenencia de efectivo se lo apropia el banco central y los bancos comerciales sobre su saldo en las cuentas de cheques y débito, así como sobre su ahorro financiero.

Además, la inflación es una de las peores distorsiones que se pueden introducir en la economía: como las inflaciones puras no existen, se ensucia al sistema de precios relativos, por lo que estos dejan de ser la guía para la asignación eficiente de recursos escasos, acorta los plazos del ahorro y de los proyectos de inversión, amplía los diferenciales reales entre las tasas reales de interés activas y pasivas, y desincentiva el crecimiento económico, y todo ello genera un costo en bienestar social.

Por todo lo anterior es que el Banco de México tiene que comprometerse y actuar en consecuencia para lograr rápidamente una tasa de inflación máxima de 2%; si no es así, que la “Nación se los demande”.

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