Infancias rotas, país herido: Urge reconstruir el mañana

“Cada vez que se hiere a una infancia, no sólo se fractura un presente: se traiciona el mañana.”

Esta frase, que he pronunciado en más de una intervención pública como padre, abuelo y desarrollista humano, me retumba con fuerza cuando pienso en México y sus heridas más profundas. Nada revela tanto el estado real de una nación como la forma en que trata a sus niñas y niños. En ese espejo nos reflejamos con toda nuestra verdad, nuestras prioridades y nuestras omisiones.

El principio de la dignidad: punto de partida

Cuidar a las infancias no es una opción moral, es un mandato ético, jurídico, social, humano. Joan Tronto, filósofa del cuidado, sostiene que cuidar significa “ocuparse activamente de que todos y todas puedan vivir en un mundo común”. Su teoría articula perfectamente lo que debiera ser política pública: una red protectora para quienes todavía no pueden defenderse por sí mismos, pero que cargan ya con las consecuencias de nuestras decisiones.

Desde la Fundación Lilo México hemos aprendido algo innegociable y es que, una infancia protegida no es un gasto, es una inversión que multiplica el futuro. No obstante, el país que tanto decimos amar se está desfondando por la falta de cuidado estructural, institucional y social hacia sus infancias.

Siete llagas abiertas inadmisibles: realidades que no pueden ocultarse

Cardiopatías congénitas: Segunda causa de muerte en la infancia mexicana, según datos del INEGI y la Secretaría de Salud. Cada año nacen más de 18,000 niños con esta condición, pero sólo el 40% accede a tratamiento oportuno. La falta de inversión en diagnóstico y atención temprana los condena a una vida limitada o a la muerte temprana.

Embarazo infantil y adolescente: Más de 10,000 niñas menores de 14 años se convierten en madres cada año en México. Esto no es un dato, es una tragedia social con rostro de violencia, abuso y exclusión. Detrás de cada cifra hay una historia de abandono institucional.

Trata de personas y explotación sexual infantil: México es uno de los principales países de tránsito, origen y destino de trata infantil en América Latina. La Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) ha denunciado la falta de políticas efectivas para prevenir y sancionar estos crímenes.

Desnutrición crónica y obesidad infantil: Dos caras de la misma moneda de pobreza estructural y mal diseño alimentario. El 14% de los niños menores de 5 años tiene desnutrición crónica; al mismo tiempo, 1 de cada 3 niñas y niños en edad escolar vive con sobrepeso u obesidad.

Violencia intrafamiliar y maltrato infantil: El 60% de las infancias mexicanas ha experimentado algún tipo de violencia en su entorno cercano. Desde la palmada “correctiva”, el abandono emocional o la violación por un familiar cercano, estas violencias modelan vidas enteras desde la herida.

Deserción educativa temprana y después de la pandemia se profundizaron las desigualdades. Cerca de 5.2 millones de niñas y niños quedaron fuera del sistema escolar, muchos de forma irreversible. El abandono escolar reproduce el círculo de pobreza y limita las capacidades humanas que Amartya Sen –economista indio defensor de capacidades humanas– considera base del desarrollo.

La ausencia de atención a la salud mental infantil es incongruente. México destina menos del 2% del gasto en salud a salud mental, y de ello, una fracción mínima es para infancias. Decimos que México es progreso, pero permitimos que la ansiedad, la depresión y el trauma en niñas y niños se incrementen y sin atención.

Y… ¿si alguno de nuestros hijos e hijas, nietos o nietas sufren o sufrieran de cualquiera de estas tragedias? ¿Seguirías con los brazos cruzados sin mirar, sin hacer, sin resolver?

Un empresariado con conciencia no puede ser neutral, acciona.

Las empresas no sólo generan riqueza. Tienen el poder de regenerar tejido social, escoger una causa y resolver. En el modelo de Capitalismo Consciente de Raj Sisodia, el compromiso con el entorno social es parte inseparable del propósito empresarial. No hacer nada al respecto es negligencia, es complicidad.

¿Y qué entorno más urgente que el de las infancias vulneradas?

Laura Méx, fundadora y directora general de la Fundación Lilo México A.C., nos lo recuerda cotidianamente: “cuidar la infancia es ponerle suelo firme a la esperanza”. En Lilo se trabaja con proyectos de atención integral para niñas y niños con cardiopatías congénitas, se promueve la participación corresponsable de empresas, autoridades, familias y sociedad civil. No podemos seguir pensando que la responsabilidad está sólo en el Estado, preferimos hacer lo propio y… Sanar pequeños corazones y salvar grandes vidas“ como propósito.

El cuidado como principio filosófico y político

Desde la pedagogía de la ternura de María Montessori –Educadora italiana de pedagogía autodidacta– hasta la ética del reconocimiento de Simone de Beauvoir –filósofa existencialista–, la infancia ha sido el punto ciego de las estructuras adultocéntricas. Paulo Freire –Pedagogo brasileño de conciencia liberadora– lo advirtió: “nadie educa a nadie, nos educamos entre todos”. Y para eso, primero debemos mirarnos, reconocernos, responsabilizarnos.

Erich Fromm –psicólogo humanista– decía que amar es un arte que requiere conocimiento, dedicación y responsabilidad.

¿Qué tanto sabemos, razonamos y ponemos atención para amar a nuestras infancias?

¿Qué tanto nos hemos dedicado a construir entornos protectores, afectivos, estimulantes?

¿Qué tanto hemos asumido nuestra corresponsabilidad colectiva a su cuidado?

Humanismo Mexicano: infancias como eje regenerador

En el año de 1884, mi tatarabuelo Manuel Cervantes Imaz fundó uno de los primeros jardines de niños en México, inspirado en los principios de Pestalozzi y Froebel. Fue un acto revolucionario para su tiempo porque, reconocer a las infancias como sujetos de derecho, cuidado y formación no estaba en la agenda de papá gobierno y mamá patria que apenas podían con sus necesidades ¿será que ahora estamos igual?. En fin, él no fue solo un educador; fue un humanista práctico, un arquitecto silencioso del tejido social. Hoy, más de un siglo después, su legado me habita y me considero también un humanista práctico y desarrollista humano del tejido social. Desde la Fundación Lilo México, y desde cada aula, empresa, consejo donde he intervenido, desde ser padre y abuelo he entendido que cuidar a la infancia es vocación, directa e indirectamente, es una herencia viva que se honra con acción y educabilidad. Proteger a nuestras niñas y niños no es un acto filantrópico, es un acto de justicia histórica. En ese linaje simbólico me reconozco y desde ahí me comprometo.

La infancia es el espacio sagrado donde se forja la identidad de una persona, por lo tanto, el autoconcepto de un país. He ahí la importancia y urgencia. Si queremos reconstruir el tejido social, hay que comenzar por allí. Es en la infancia donde se aprende la confianza o el miedo, la cooperación o la competencia destructiva, la paz o la violencia. El odio o el amor. ¿Qué preferimos?

Es en la familia donde se construye la armonía, la autoestima, la congruencia y se configura la disposición de respeto y responsabilidad afectiva, cívica y espiritual. Por ello Pablo Freire dijo “la verdadera reforma está en la educación”.

Desde una perspectiva de Humanismo Mexicano, proteger a la infancia y reconstruir a las familias mexicanas es proteger la raíz viva de la nación. Es un acto patriótico, filosófico y político. Un acto de amor profundo. Como decía Enrique Dussel –filósofo latinoamericano decolonial ético– : “la ética es la defensa de la vida del otro”. Y en ningún otro lugar esa vida está más expuesta que en la niñez pobre, rural, marginada, indígena, migrante, clasista o polarizada. Todas merecen cuidado ético, moral y espiritual.

Una política empresarial del cuidado

No hay transformación sin la participación decidida del sector privado. Las empresas –especialmente las familiares y pymes– deben asumir un nuevo rol: el de agentes activos de cuidado. Primero erradicar su propia violencia intrafamiliar y ser ejemplo armónico de cuidado transgeneracional, eliminar patrones tóxicos heredados.

Después comprender que no basta con generar riqueza y tampoco basta con hacer filantropía episódica o efímera. Se requiere una filantropía consciente, estratégica, con visión de largo plazo, que impacte en políticas públicas, comunidades y condiciones estructurales. Comprometerse con una causa y sostenerla.

Patricia Werhane –filósofa sistémica empresarial-moral y observadora de la responsabilidad organizacional– señala que la ética empresarial debe pensarse desde sistemas dinámicos y no desde actos individuales. Cuidar a las infancias implica revisar cadenas de valor, entornos laborales, consumo responsable, participación comunitaria.

Recientemente, más de 40 empresas mexicanas –entre ellas FEMSA, Coppel, Holcim, Gentera y Danone– se articularon en torno a la Red del Consejo Coordinador Empresarial por la Primera Infancia. En su Primera Cumbre, este grupo promovió un decálogo de políticas laborales inclusivas centradas en el bienestar infantil como horarios escalonados, licencias de maternidad y paternidad extendidas, subsidios para centros de cuidado, y espacios de lactancia dignos. Lo hicieron no solo por ética, sino por estrategia. Las empresas que aplican estas medidas han reportado aumentos significativos en productividad, reducción en la rotación de personal y una mejor captación del talento joven. Este ejemplo nacional demuestra que la responsabilidad empresarial hacia las infancias no es una utopía y ya se está ejerciendo con resultados concretos. Esa es la dirección que necesitamos multiplicar.

No más infancias rotas

Como padre he sido testigo de la importancia de amar y dejar ser libre a cada hija/o para perseguir su propósito de vida. Como abuelo, puedo mirar en una inocente y hermosa sonrisa, la promesa y la esperanza de lo que aún es posible. Como empresario y presidente fundador de Fundación Lilo México, no puedo ignorar lo que estamos permitiendo como país. Como desarrollista humano, sostengo que sin infancia protegida no hay adultez floreciente. Como mexicano, no acepto un futuro donde la niñez siga siendo herida y silenciada.

Esta columna es un llamado. A las autoridades: dejen de mirar a otro lado. A las empresas: comprométanse de verdad. A las familias: aprendamos nuevas formas de criar, de amar, de proteger. A las escuelas: sean espacios de ternura, no de juicio. Y a toda la ciudadanía: no nos acostumbremos. Porque quien no cuida a su niñez, deja morir su nación en vida.

Un país sin una niñez protegida, feliz y amada no es un país digno.

*El autor es Doctorante en Desarrollo Humano, Universidad Motolinía del Pedregal, México; Master en Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana, México; Master ejecutivo en Liderazgo Positivo Estratégico, Instituto de Empresa, España. Licenciado en Comunicación Gráfica y Columnista en El Economista.

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