¿Dónde comer? Fierro, la neocantina norestense que conquista la CDMX

En el número 53 de la calle Marsella, en la colonia Juárez de la Ciudad de México, hay un lugar donde la cocina del noreste se vive con orgullo, rebeldía y sofisticación. Se llama Fierro, una palabra que en el norte significa muchas cosas: valentía, inicio, festejo, y que aquí da nombre a una neocantina norestense que no copia ni reproduce, sino interpreta.
Fierro no es una caricatura de lo norteño, es su evolución. Es un restaurante que entiende que la tradición no está peleada con la técnica ni con la estética, y que los sabores potentes del norte pueden —y deben— contarse desde un nuevo lenguaje.
Cocina que honra las raíces sin quedarse en el pasado
El proyecto es liderado por Lucía Cañas, una chef que volvió a México después de trabajar en Europa, y por Roberto de los Santos, creativo regiomontano que pone la sensibilidad norteña en cada decisión. Juntos han creado una propuesta culinaria que apuesta por la emoción en cada plato.
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Aquí no se sirven “platillos típicos”, se construyen recuerdos nuevos a partir de sabores familiares. El pollo asado, por ejemplo, se marina con mantequilla, sal de kimchi y se acompaña con una salsa de chile fermentado que equilibra picor, profundidad y un toque ácido. La carne asada, de corte grueso, es un homenaje a los ranchos del noreste: marcada con maestría en la parrilla y servida al centro, como se hace en casa.
Hay joyas inesperadas. La ensalada Fierro lleva cogollos a la brasa y un aderezo tipo César hecho con machaca, tan adictivo como original. El crudo de pescado, curado con sal, azúcar y café de Chiapas, es un bocado de intensidad elegante. Y para el final, la capirotada con jerez y crema de quesos frescos o el helado de Gloria —sí, el dulce de leche envuelto en celofán— funcionan como metáfora dulce de lo que es Fierro: respeto al origen, sin miedo a transformarlo.
La barra: un manifiesto líquido de lo hecho en México
Antes de sentarte a la mesa, la barra merece una escala lenta. Aquí no hay tequila ni mezcal genéricos. Hay destilados poco explorados como raicilla, sotol, bacanora, pox, además de vermuts, whiskies y vodkas nacionales. Todo cuidadosamente seleccionado, todo con historia.
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Fierro
El vino también es protagonista. Con etiquetas naturales y de baja intervención, provenientes de viticultores independientes de Guanajuato, San Luis Potosí, Baja California y Coahuila, la carta se divide en espumosos, blancos, rosados, naranjas y tintos. Ofrecen ocho etiquetas por copeo que rotan con frecuencia.
Diseño que cuenta otra historia del norte
Fierro no se disfraza de cantina tradicional, pero tampoco se aleja de su espíritu. Su diseño cálido y elegante apuesta por la madera, los tonos tierra y una iluminación que invita a quedarse.
Es un lugar flexible: lo mismo se presta para una cena íntima, que para una comida ruidosa entre amigos, donde la carne se comparte, las copas se repiten y la sobremesa se extiende. El servicio es cercano y conocedor, y la música acompaña sin invadir.
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Menú de Fierro
En Fierro todo tiene su tiempo. Nada se apura, pero tampoco improvisa. Como el ahumado lento de una buena carne o la fermentación paciente de un chile. Y esa pausa —tan norteña, tan necesaria— es parte esencial de la experiencia.
Dónde: Calle Marsella 53, colonia Juárez, Ciudad de México
Instagram: @fierrocdmx
Cheque promedio: $600 MXN por persona
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