¡La IED se desploma en China!

El reportaje aquí en las páginas de El Economista me impresionó por su contenido y sus implicaciones: la forma en la que se ha venido desplomando la inversión extranjera directa en ese gran gigante económico que es China. Lo primero que pensé al respecto es que, por muy poderoso que se nos aparezca el naciente dragón chino, no es muy conveniente declararle la guerra económica y geopolítica a ese tremendo gigante que es todavía Estados Unidos. Y lo segundo, las posibilidades perdidas por México y otros destinos semejantes para las inversiones que ya no tuvieron como destino el territorio de la potencia asiática.

El tema viene muy a cuento en México, toda vez que de eso se trataba precisamente el hoy un tanto alicaído asunto del llamado “nearshoring”. Es decir, de captar inversiones extranjeras que iban a tener otro destino geográfico lejos de la zona económica de América del Norte. Pero también Donald Trump, con sus amenazas de aranceles a las exportaciones de México, puede estar siendo un factor de disuasión para alejarlas de nuestro país. Y a ese vector de repulsión cabe también agregar los propios elementos locales de disuasión, tales como la inseguridad que no cede o reformas que han despertado una muy grande incertidumbre.

El ahorro es indispensable para el desarrollo económico de cualquier país y existen solo dos formas de conseguirlo. Una tradicional, que deriva de apretarse el cinturón y dedicar una parte de la producción local a la ampliación de la planta productiva interna. Y la segunda, captándolo del exterior, en las formas de inversión extranjera directa o de inversiones de cartera, o mediante créditos externos. Pero existen razones para preferir esa primera forma de captación de ahorro externo por su permanencia y otras ventajas, ya que también es un conducto para la transferencia tecnológica.

El enfrentamiento actual que se ha desatado entre la potencia norteamericana, Estados Unidos, y el naciente dragón chino no tiene nada que ver con la que durante la posguerra escenificaron los bandos capitalismo contra comunismo. Es decir, el Tío Sam y sus aliados contra sus antagonistas impulsores de la economía estatizada. La actual disputa entre China y Estados Unidos no es una confrontación de visiones antagónicas, toda vez que el dragón también optó, desde hace tiempo, por la economía de mercado, aunque no por el sistema político democrático. Pero la diferencia en nada aminora la gravedad del antagonismo. Es una confrontación en la cual será muy importante elegir bando.

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