Tres tristes tigres

Tres tristes tigres

Tres tristes tigres financieros se enredaron al lavar. Estados Unidos acaba de poner en la mira a tres instituciones financieras mexicanas: CIBanco, Intercam y Vector Casa de Bolsa. Ayer, las acusó de haber ayudado, de forma directa o indirecta, a mover dinero relacionado con el tráfico de fentanilo, esa droga que mata a más de 100 mil personas al año en EE.UU. El castigo fue fulminante al cerrarle las puertas del sistema financiero norteamericano. En otras palabras: ningún banco en Estados Unidos puede hacer negocios con ellos, ni moverles un solo dólar.

Este movimiento no es cualquier cosa. Se trata de la primera vez que EE.UU. aplica una nueva ley que permite sancionar a bancos extranjeros sin necesidad de congelarles cuentas, ni ir a juicio, ni avisar con antelación. Sólo basta con que el Departamento del Tesoro considere que una institución está relacionada con el dinero sucio del fentanilo para tomar acción inmediata. Y eso fue justo lo que pasó con estas tres entidades mexicanas.

¿La prueba? Según el gobierno estadounidense, estas instituciones facilitaron operaciones que ayudaron a mover más de 50 millones de dólares ligados a grupos como el Cártel de Sinaloa o el CJNG. Supuestamente se usaron para pagar insumos químicos en Asia, esconder ganancias y transferir dinero a través de intermediarios.

La reacción del gobierno mexicano fue rápida. La Secretaría de Hacienda pidió pruebas concretas y, tras revisar la información que recibió, aseguró que no había elementos suficientes para vincular a los bancos con actividades criminales. Eso sí, aplicó multas por irregularidades internas, pero dejó claro que no encontró evidencia de lavado ni vínculos con el narcotráfico. Ya ahogado el niño, quiso salvarlo.

Entonces, ¿quién tiene razón? ¿Estados Unidos exagera o México se está quedando corto?

Más allá de lo que cada país diga, hay un problema más grande: este tipo de sanciones, aunque se apliquen a unos cuantos, pueden causar desconfianza en todo el sistema bancario mexicano. Es como si alguien señalara a tres jugadores de un equipo de hacer trampa; incluso si los demás son honestos, todos quedan bajo sospecha. Y eso puede hacer que otros bancos en el mundo prefieran cortar relaciones con instituciones mexicanas, por miedo a ser arrastrados en el escándalo.

Esto no es nuevo. Aunque el riesgo de estos tres bancos es relativamente menor (representan el 3% del valor de la banca en México), puede generar riesgos de confianza en el sistema. Ya hemos visto cómo algunos bancos internacionales han dejado de hacer negocios con países donde creen que hay riesgos, aunque no existan pruebas claras. A esto se le llama “desbancarización”, y puede dificultar todo: desde el envío de remesas hasta el comercio exterior.

El gobierno mexicano necesita actuar con inteligencia. Por un lado, tiene que defender a sus instituciones cuando las acusaciones no estén claras. Pero por el otro, debe fortalecer sus controles y colaborar más de cerca con las autoridades estadounidenses para evitar sorpresas. Este no puede ser un juego de culpas cruzadas, porque el que pierde no es sólo un banco: es la confianza en el sistema financiero del país.

Estados Unidos está usando una nueva arma en su lucha contra las drogas. Hay que prepararse para que no vuelva a ocurrir. Lo que está en juego no es sólo una sanción. Es el lugar que ocupa nuestro país en una economía global que cada vez tolera menos la opacidad, la omisión y la falta de respuesta rápida.

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