¿Quién ganó la guerra?
La euforia que mostró el primer ministro de Israel durante su mensaje televisado durante fin de semana en el que felicita a Donald Trump por haberse atrevido a bombardear plantas nucleares en Irán, fue interrumpida el lunes por el presidente estadounidense.
¿Quiénes ganan? ¿Quiénes pierden después del ataque?
El gran perdedor es el régimen del Ayatolá Jamenei.
Israel y Estados Unidos rompieron el cascarón con el que el régimen teocrático cubría su declive económico y defensa.
Sus sistemas de defensa aéreos convierten a Irán en un flanco relativamente fácil de atacar.
Lejos se encuentran los inicios de la década de los 90 cuando el PIB per cápita de Irán e Israel eran similares; hoy, el israelí es 15 veces mayor.
¿Cómo es posible que uno de los productores de petróleo más importantes del mundo haya desperdiciado décadas en la defensa de una ideología de odio y discriminación?
Netanyahu sale tablas. El bombardeo inicial que ordenó en contra de Irán fue catapultado por el informe que emitió el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la ONU. Las líneas rojas que separan al régimen iraní de la bomba atómica no son demasiadas: el OIEA estima en 60% el nivel de enriquecimiento de uranio por parte de sus centrifugadoras. La bomba aparece con el 90%.
El segundo impulso a favor de Netanyahu fue el bombardeo ordenado por Trump la tarde del sábado en Washington.
Netanyahu se mostró eufórico frente a la cámara de televisión, pero el gusto le duró 48 horas. El lunes por la tarde a Netanyahu le doblaron el brazo. Fue Trump avisando al mundo de un cese el fuego.
La peor noticia para Netanyahu la recibió ayer. Un informe de inteligencia militar estadounidense reveló que el objetivo de destruir el plan nuclear iraní no fue conseguido. Quizá pospuesto por algunas semanas.
Netanyahu regresa a la casilla de salida. Durante 12 días acumuló popularidad doméstica que tanto le hacía falta. Ahora, tiene que contener su enojo por el cambio de opinión de Trump: no hay posibilidades de cambiar el régimen iraní por aire. Tendría que ser por tierra.
China pensó primero en la economía y relegó su amistad con Irán. Trump tuvo que recular. Lanzó el bombardeo para disparar su adrenalina de emperador, pero reculó.
Donald Trump fue temerario al ordenar el ataque a Irán. Entendió que la guerra en el cielo puede ser aplaudida por el efecto tecnológico que despliegan los escudos de defensa, pero le han de haber explicado que el problema, para Estados Unidos e Israel, no se encuentra necesariamente en el cielo. El problema es el terrorismo protagonizado por lobos solitarios.
Anoche, el emperador durmió en el palacio Huis ten Bosch, en La Haya.