Chile quiere conquistar México con sus vinos de alta gama

Chile quiere conquistar México con sus vinos de alta gama

Durante décadas, el vino chileno ha sido una presencia constante en las mesas mexicanas. Desde supermercados hasta restaurantes de barrio, sus etiquetas han gozado de reconocimiento y confianza entre consumidores nacionales. Sin embargo, lo que comenzó como una estrategia de posicionamiento de vinos accesibles está por transformarse. Chile quiere subir de nivel, y no solo en volumen, sino en valor, sofisticación y percepción. El país andino busca abrir espacio para sus vinos de alta gama en México, y para ello ha puesto en marcha una estrategia de reposicionamiento.

Angélica Valenzuela, directora comercial de Wines of Chile, no duda al hablar del vínculo entre Chile y México: “Estamos desde hace muchísimo tiempo en este mercado. México siempre nos pareció un país muy cercano y muy atractivo para comercializar nuestro vino”, afirma con claridad.

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Y tiene razones para respaldar sus palabras. Chile exporta el 80% de toda su producción vitivinícola y ha hecho de la exportación una política económica clave. Actualmente, el país envía alrededor de 60 millones de cajas de vino al año —sin contar el granel—, con la intención de colocar esas botellas donde su marca-país tenga mayor visibilidad, prestigio y retorno.

En México, los vinos chilenos forman parte del consumo cotidiano desde hace décadas. Sin embargo, su presencia se ha concentrado en etiquetas accesibles, en el rango de entrada o media. “El vino chileno se comenzó a vender y desarrollarse, pero con el tiempo nos fuimos quedando un poco atrás en el precio promedio”, reconoce Valenzuela.

El reto de reposicionar la marca Chile

De acuerdo con cifras compartidas por Wines of Chile, en 2023 México importó 1.95 millones de botellas de vino chileno, con un valor de 49.7 millones de dólares y un precio medio de 25.45 dólares por botella. En 2024, el volumen aumentó 7.99% —llegando a 2.1 millones de botellas—, pero el precio promedio cayó a 23.57 dólares, lo que revela una tendencia hacia el consumo de etiquetas más económicas.

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A closeup of grapes on a tree in a vineyard under the sunlight in Malta with a blurry backgroundfreepik

Los datos más recientes, de enero a abril de 2025, muestran una continuidad en esa tendencia: se importaron 711,895 botellas, un aumento del 17.58% respecto al mismo periodo de 2024. El valor alcanzó los 15.38 millones de dólares, pero el precio medio volvió a disminuir, ubicándose en 21.62 dólares, una baja del 8.01%.

“Nos quedamos en vinos medios o de entrada. Hoy mi propuesta es: sigamos ahí, pero demos a conocer también nuestros vinos de alta gama. Hay etiquetas que el consumidor mexicano aún no conoce y que tienen mucho potencial”, explica Valenzuela.

Con ese objetivo, Wines of Chile organizó en junio una muestra en Ciudad de México con la participación de 22 bodegas, cada una con propuestas distintas, zonas vitivinícolas menos exploradas y cepas que buscan construir nuevas historias con el paladar mexicano.

Del lugar 8 al top 5: un objetivo ambicioso

Actualmente, México ocupa el octavo lugar en el ranking de destinos para el vino chileno, por debajo de países como Brasil, Reino Unido, EE.UU. y Países Bajos. No obstante, Valenzuela es clara:

“Quiero llevar a México al top 5. Tenemos presencia, pero con un precio promedio bajo. Lo que buscamos no es subir precios, sino cambiar el portafolio, ofrecer otro mix. Hay calidad, estructura, diversidad y una historia que contar con cada botella”.

Chile aspira a cambiar esa narrativa a través de vinos que destaquen por su origen, su técnica y su complejidad. No se trata solo de etiquetas reconocidas, sino de zonas específicas —Casablanca, Maipo Alto, San Antonio, Lo Abarca— y cepas que hablan de terroir y madurez enológica.

Cepas esenciales para entender Chile

Aunque declinó recomendar marcas por su posición institucional, Valenzuela sugirió tres cepas fundamentales para comprender el panorama vinícola chileno:

Carmenere, la uva que Chile rescató y convirtió en su cepa insignia. De cuerpo medio y taninos redondos, es una excelente puerta de entrada al perfil chileno.

Sauvignon Blanc costero, ideal para climas cálidos como el mexicano. Las zonas de Casablanca y San Antonio producen blancos frescos, minerales y aromáticos.

Cabernet Sauvignon, con estructura, elegancia y concentración, especialmente cuando proviene de regiones como el Maipo Alto.

“Chile produce vinos frescos, equilibrados, pero también grandes vinos de guarda. Queremos que México descubra esa parte que todavía no conoce del vino chileno”, subraya Valenzuela.

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México, un mercado abierto… pero con trabajo pendiente

Gracias al Tratado de Libre Comercio entre México y Chile, el vino chileno ingresa sin aranceles. Aun así, enfrenta impuestos internos como el IVA y el IEPS sobre bebidas alcohólicas, además de un mercado creciente en competencia nacional y global.

Valenzuela no considera a México un mercado difícil, pero sí exige una estrategia clara:

“Tenemos que trabajar en varias capas: con el canal especializado, con el on trade —restaurantes y bares—, y con el consumidor. Chile tiene que volver a enamorar al mexicano con nuevas historias y nuevas experiencias en la copa”.

Para la ejecutiva, el vino no se vende solo. “Siempre se vende con dos cosas más: con gastronomía y con enoturismo”, dice. En ese sentido, reconoce el trabajo que ha hecho México en ambas áreas, desarrollando una experiencia integral alrededor del vino que debe inspirar también al resto del continente.

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