Fracaso

El fracaso está a la vista. El PIB medido a precios de 2018 registrado durante el primer trimestre de 2025 fue 24,919.3 miles de millones de pesos; el valor que tuvo en el cuarto trimestre de 2018 fue de 24,605.3 miles de millones de pesos. Comparando estos dos niveles resulta que en los 25 trimestres que lleva gobernando Morena el crecimiento acumulado fue de únicamente 1.27%, una media de crecimiento trimestral de sólo 0.05 por ciento.

Otra forma de medir el fracaso en materia de crecimiento económico es a través del Indicador Global de Actividad Económica, que es una aproximación del PIB mensual. En noviembre de 2018, último mes del gobierno de Peña, el índice tuvo un valor de 104. De acuerdo al INEGI, para el mes de mayo de este año el indicador oportuno tuvo un valor de 104.7. Considerando este nivel, el crecimiento acumulado de la actividad económica durante los 77 meses bajo la batuta de la cuatroté es de sólo 0.67%, una media de crecimiento mensual de 0.008 por ciento.

La historia del porqué del fracaso es de todos conocida: la arbitraria cancelación del aeropuerto y el desincentivo que ello generó para la inversión privada, la decisión de discriminar a los proveedores privados de electricidad, los abrazos a y la consecuente expansión de la delincuencia organizada y no organizada, y el creciente uso de la extorsión que actúa como un impuesto adicional a los legales.

También son parte de la historia y causantes del fracaso la decisión de no instrumentar una política fiscal contracíclica durante la pandemia, lo cual, además de profundizar la caída en 2020, impidió un rebote de mayor magnitud en 2021; el debilitamiento de la posición financiera neta del sector público derivada del uso de los recursos en los diferentes fondos y fideicomisos; el endeudamiento adicional de siete billones de pesos entre 2019 y 2024; la instrumentación de varios programas de transferencias corrientes gubernamentales que compran lealtad política, pero que van en detrimento de la productividad agregada, y finalmente, el desperdicio de billones de pesos en los caprichos de López en proyectos de obras públicas, todos ellos deficitarios y con una tasa de rentabilidad social negativa que destruyen riqueza nacional.

Habrá quien diga “lo pasado, pasado”, pero hacia adelante la historia será diferente, será una de prosperidad. Lamento desilusionarlos; lo que vendrá podría ser todavía peor porque, además de todo lo relatado arriba, López también se encargó de destruir todos y cada uno de los cimientos necesarios para impulsar el crecimiento, destrucción a la cual la presidenta Sheinbaum ha contribuido con muchos “granos de arena”.

La presidenta ha dicho que una de sus metas es que la economía mexicana llegue a ser la décima economía más grande del mundo, lo cual no dice mucho ya que, por su extensión territorial y población, sería esperado que en términos absolutos fuese de las más grandes del mundo, pero no es así. Veamos dos comparaciones.

Primero México y Francia. En área, México es tres veces más grande que Francia y la población mexicana es dos veces la francesa; sin embargo, el PIB francés en 2023 (corriente ajustado por paridad del poder de compra) fue de 3,982 millones de dólares, mientras que el de México fue 3,216 millones de dólares. Así, mientras que en Francia el PIB por kilómetro cuadrado fue de 6.2 millones de dólares, el de México fue de sólo 1.6 millones de dólares, mientras que en términos del PIB por habitante, el francés fue el triple que el de México.

Segundo, México y Japón. Ambos países tienen prácticamente la misma población, pero el PIB agregado japonés es dos veces el mexicano, mientras que el PIB por kilómetro cuadrado japonés fue de 16.4 millones de dólares, diez veces más grande que el mexicano.

El objetivo no tiene que ser estar en términos absolutos entre las 10 economías más grandes del mundo, sino uno en donde el PIB por habitante sea cada vez mayor y para ello se requiere crecimiento alto y sostenido. El problema es que los incentivos que se derivan del marco institucional no son consistentes con el objetivo.

La destrucción de todos los contrapesos, particularmente el poder judicial, y la consolidación de un régimen autoritario eliminaron la certeza jurídica requerida para incentivar la inversión. A esto hay que agregarle la inclinación de la presidenta hacia una participación cada vez mayor del gobierno en la economía, una caracterizada por la ineficiencia, baja productividad y opacidad, que implican un desperdicio social de recursos, menor productividad agregada y menor crecimiento, además del efecto de inhibir la inversión privada. Adicionalmente, el gobierno tiene una posición financiera por demás endeble y sin margen de maniobra. Y a todo esto hay que agregar la incertidumbre sobre el futuro del T-MEC.

Para este año se prevé que la economía, en el mejor de los casos, se estancará, pero más aún, la destrucción institucional permite adelantar que el estancamiento será por varios años, con lo que el PIB por habitante, en lugar de crecer, disminuirá y sin haber logrado, ni de lejos, estar entre las diez economías más grandes.

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