Esquizofrenia: el costo del silencio y el valor de actuar
Hace pocos días, el 24 de mayo pasado, el calendario nos recordó una realidad que rara vez ocupa titulares, pero debería: el Día Mundial de la Esquizofrenia. Porque detrás de ese diagnóstico clínico hay millones de historias humanas, familiares y sociales que merecen ser contadas, comprendidas y, sobre todo, atendidas. Ello es relevante ya que, en general, la salud mental ha sido históricamente invisibilizada, como indicaba en una anterior columna.
La esquizofrenia es un trastorno mental grave que afecta la forma en que una persona piensa, siente y se comporta. Se manifiesta con delirios y alucinaciones, que son sus síntomas más característicos, además de pensamiento desorganizado y síntomas negativos como el retraimiento social o el aplanamiento afectivo. Estos síntomas negativos, al ser más sutiles y menos llamativos, pueden pasar desapercibidos y retrasar el diagnóstico hasta 15 años.
Según la OMS, afecta a más de 24 millones de personas en el mundo, es decir, 1 de cada 300, y representa una de las principales causas de discapacidad global. Aunque no existe una cura definitiva, la esquizofrenia puede ser tratada eficazmente. Paradójicamente, a pesar de que su prevalencia entre personas con epilepsia o trastorno bipolar alcanza a la mitad de los pacientes, la esquizofrenia recibe quizás apenas un tercio de la atención y visibilidad en la sociedad en comparación con otros trastornos, lo que invita a reflexionar sobre el estigma, el desconocimiento y la necesidad de una mayor conciencia colectiva.
Diversos estudios muestran que una proporción significativa de personas —en algunos casos cercana a un tercio— puede alcanzar una remisión funcional o completa si recibe atención adecuada y oportuna, especialmente durante los primeros años tras el inicio de los síntomas. Esto incluye acceso a servicios comunitarios, tratamiento farmacológico continuo y apoyo psicosocial. El diagnóstico temprano es clave: Detectar los primeros síntomas y actuar rápidamente puede marcar la diferencia entre una vida funcional y una marcada por la discapacidad.
Ello es especialmente importante, ya que la evidencia ha demostrado que las personas con esquizofrenia pueden vivir entre 10 y 20 años menos que la población general, debido a una combinación de factores como el suicidio, enfermedades cardiovasculares, efectos adversos del tratamiento y barreras en el acceso a servicios de salud física. Además, la calidad de vida se ve comprometida por síntomas persistentes, estigmatización social, desempleo y aislamiento.
El aporte de la nueva guía INTEGRATE y un enfoque más amplio
La guía INTEGRATE, publicada recientemente en The Lancet Psychiatry (2025), representa un avance significativo respecto a las recomendaciones clínicas previas. A diferencia de enfoques tradicionales centrados únicamente en la fase de la enfermedad, INTEGRATE propone un modelo algorítmico que incorpora los dominios sintomáticos predominantes: síntomas positivos (como delirios y alucinaciones), negativos (como el retraimiento social), cognitivos y afectivos. Esta clasificación permite una personalización más precisa del tratamiento, incluyendo terapias psicológicas, rehabilitación cognitiva y programas de reintegración social.
Además, la guía enfatiza la necesidad de abordar desde el inicio las comorbilidades físicas, en particular los riesgos metabólicos asociados al tratamiento antipsicótico, como obesidad, diabetes y dislipidemia. El tratamiento integral de la esquizofrenia no puede limitarse al control de síntomas psiquiátricos, sino que debe incluir la prevención y manejo de enfermedades físicas asociadas.
Cumplimiento, Adherencia y Calidad de Vida: El rol de los medicamentos inyectables (LAIs):
Uno de los mayores desafíos es la adherencia al tratamiento, como he indicado en otra columna. Este es un concepto más amplio que el simple cumplimiento del tratamiento. Implica una actitud activa del paciente y su entorno, mientras que el cumplimiento puede limitarse solo a la toma de una medicación.
Comprender esta diferencia ayuda a explicar por qué hasta el 50% de los pacientes abandona la medicación durante el primer año, lo que incrementa el riesgo de recaídas, hospitalizaciones y deterioro funcional. Aquí es donde los antipsicóticos inyectables de acción prolongada (LAIs) ofrecen una alternativa eficaz versus las terapias orales.
Las guías internacionales INTEGRATE recomiendan el uso temprano de LAIs, incluso desde el primer episodio psicótico. Estos tratamientos mejoran la adherencia, reducen hospitalizaciones y permiten un seguimiento clínico más estable.
Un estudio reciente publicado en Molecular Psychiatry evaluó a más de 12.000 pacientes con esquizofrenia tratados con LAIs en Francia. Los resultados mostraron una reducción significativa en hospitalizaciones y visitas a urgencias psiquiátricas, especialmente en pacientes previamente no adherentes.
¿Son sostenibles los LAIs? Evidencia farmacoeconómica
Los LAIs tienen un costo inicial más alto que los antipsicóticos orales, por lo que es razonable preguntarse si como sistemas de salud tiene sentido darles cobertura como recomienda INTEGRATE.
Un respaldo importante a la sostenibilidad económica de los LAIs proviene de una revisión sistemática publicada en la revista Applied Health Economics and Health Policy. El estudio, realizado por Achilla y McCrone, analizó 28 evaluaciones económicas completas sobre antipsicóticos de acción prolongada y concluyó que, en general, estos tratamientos son costo-efectivos en comparación con formulaciones orales o inyectables típicas. La revisión destaca que los LAIs reducen significativamente las recaídas y hospitalizaciones, lo que se traduce en ahorros sustanciales para los sistemas de salud, observándose una disminución en la duración de hospitalizaciones en pacientes no adherentes
Participación de la comunidad y apoyo psicosocial
Más allá del tratamiento farmacológico, el entorno social y comunitario cumple un rol decisivo en la recuperación.
La construcción de redes comunitarias de apoyo, que incluyan a pacientes, familias, profesionales y políticas públicas, es esencial para la humanización del tratamiento, un tema que he destacado en otras columnas.
En conclusión, la esquizofrenia es una condición compleja que requiere un abordaje integral y multidimensional. La guía INTEGRATE ofrece un marco valioso para personalizar y mejorar el tratamiento, pero es fundamental que también se aborden las comorbilidades físicas y se fortalezca el apoyo comunitario y psicosocial. Solo así podremos avanzar hacia una atención más humana y efectiva para quienes viven con esta enfermedad.
Como sociedad, tenemos la responsabilidad de romper el silencio y actuar con decisión.
Esta columna ha sido escrita con el apoyo del Dr. Guillermo Maligne.
*El autor es experto en políticas públicas en salud, ha trabajado para diversas asociaciones e industria relaciona con estas materias, desempeñándose también a nivel académico.