Deforestación, la maldición agropecuaria

2024 fue un año aciago para los bosques y la biodiversidad en el mundo. Lo datos que publicó hace algunos días el World Resources Institute, producidos por la Universidad de Maryland, son escalofriantes. Los países tropicales en vías de desarrollo encabezan el drama, en su contexto de pobreza y la debilidad institucional. El 94% de la deforestación en el planeta ocurre en países tropicales, en los que en 2024 se alcanzó la cifra terrible de 6.7 millones de hectáreas de bosque tropical primario destruido. (Equivalentes a Panamá o al estado de Veracruz). Las causas, como siempre, han sido incendios catastróficos provocados fundamentalmente por agricultores y ganaderos, que utilizan el fuego para eliminar la selva y abrir terrenos a cultivos y al pastoreo de ganado. Los incendios se propagan sin control a decenas, cientos o miles de hectáreas de bosques tropicales en cada acción de desmonte. Así, desaparecen innumerables especies de plantas y animales (mamíferos, aves, reptiles, anfibios, insectos). Los bosques tropicales representan el más grande reservorio de biodiversidad del planeta, siendo además ecosistemas muy frágiles, frecuentemente con suelos pobres, ya que los nutrientes, más que acumulados en los suelos, se encuentran circulando permanentemente en las complejas cadenas ecológicas que los caracterizan. Sobre todo, en laderas, una vez deforestados, los suelos se erosionan con rapidez, dejando la tierra básicamente improductiva. Muchos terrenos se abandonan, y pueden observar entonces un proceso de sucesión ecológica y recuperación a lo largo de algunas décadas. Sin embargo, campesinos y ganaderos generalmente lo impiden, prendiéndoles fuego de manera recurrente. El calentamiento global exacerba todo. Los veranos y estiajes son más largos, secos y calientes, lo que hace de la vegetación del sotobosque un poderoso material combustible. La chispa la encienden campesinos, agricultores y ganaderos, que desencadenan monstruosas tormentas de fuego que devoran miles de hectáreas. Las tierras calcinadas invitan a la colonización y explotación agropecuaria, lo que hace permanentes el cambio de uso del suelo y la deforestación. Las quemas agropecuarias e incendios expiden a la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 cada año, lo que retroalimenta perversamente el calentamiento global. Así, la agricultura de subsistencia y comercial (principalmente soya) y la ganadería de reses se ratifican como las actividades económicas ambientalmente más devastadoras que existen. En 2024 se quemó en el mundo una superficie de bosques tropicales cinco veces mayor que en 2023, lo que se relaciona con el fenómeno de “El Niño” (El Niño Southern Oscilation), que agrava las sequías.

Los países donde se perpetró la mayor deforestación tropical (por orden de importancia) en 2024 fueron Brasil, Bolivia, República Democrática del Congo, Indonesia, Perú, Laos, Colombia, Camerún; Nicaragua y México (no podíamos faltar en esta siniestra lista). Cabe señalar que Indonesia, junto con Malasia, han realizado esfuerzos exitosos por contener y reducir la deforestación desde 2016. Brasil empeoró en 2024, habiendo observado mejoras en años anteriores, sobre todo, después del fatídico gobierno de Bolsonaro. Bolivia es un caso verdaderamente dramático, con la destrucción brutal de su Amazonia (1.4 millones de hectáreas sólo en 2024). La deforestación en Brasil no ocurre únicamente en la Amazonia, sino que también asola a humedales y selvas inundables del Pantanal (Mato Grosso) y a bosques secos del Cerrado (centro, noreste). En México, prácticamente se duplicó la destrucción de bosques primarios entre 2023 y 2024, con más de 8,00 incendios y la superficie devastada más grande en los registros históricos (de acuerdo a CONAFOR). También, la agricultura y la ganadería son los disparadores, principalmente en Campeche y Quintana Roo, donde comunidades de Menonitas arrasan con la selva para establecer cultivos de soya y sorgo, sin que nadie en el gobierno actúe para impedirlo. La Selva Lacandona (lo que queda de ella) también es un foco de desgracia, y así será, al parecer, hasta su desaparición total en algunos años. El programa de subsidios “Sembrando Vida” se ha constituido en sí mismo en un poderoso motor de deforestación, sobre todo en el sur y sureste del país. Cabe señalar que fuera de los trópicos, Rusia y Canadá sufrieron grandes incendios en 2024, aunque en estos países las áreas siniestradas habitualmente se recuperan, ya que no son colonizadas ni explotadas por actividades agropecuarias. En Rusia, sobre todo, el problema más grave es que los incendios forestales en suelos de turba (turberas, las más extensas del mundo) liberan cantidades ingentes de CO2.

La deforestación tropical constituye el problema más grave que afronta el planeta. Es preciso establecer metas de deforestación cero en los países y regiones más afectados, imponer la legalidad y el estado de derecho, regularizar la propiedad de la tierra, pagar a los dueños por evitar la deforestación (Pago por Servicios Ambientales), restaurar bosques tropicales en tierras agrícolas y ganaderas con ayuda de mercados de carbono, crear y financiar eficazmente grandes Áreas Naturales Protegidas, y construir nuevos sistemas de cooperación y financiamiento internacional.

admin