“México es la nueva China”

Philippa “Pippa” Malmgren, autora de los libros “Geopolitics for Investors” y “The Infinite Leader”, y quien fuera asesora de la Casa Blanca y del gobierno británico en el difícil proceso del Brexit, estará hoy en nuestro país, ofreciendo una conferencia sobre el entorno global de la actualidad, titulada “Agentic AI, Innovation and Imagination”, en un encuentro de la consultora Deloitte con empresarios de América Latina. En la conversación que tuvimos, previa a este evento, no dudó en calificar a México como “la nueva China”, atrapando de inmediato mi atención.

Para Pippa Malmgren, “el liderazgo no surge de la nada”, por lo que los líderes mundiales deben comprender lo que realmente sucede en el mundo, no basarse en suposiciones obsoletas. El ejemplo más claro, para ella, es que los dirigentes siguen pensando en China como la economía más entrelazada con la estadounidense, siendo que México lleva la delantera en esto. “Yo llevo diciendo que México es la nueva China desde hace tres o cuatro años, cuando afirmar eso todavía parecía más descabellado”, sostiene.

La también empresaria en los sectores financiero y de tecnología, afirma que “hoy se puede ver que México tiene cadenas de suministro con Estados Unidos mucho más sólidas que China, mayor control de calidad, especialmente en bienes de alto valor añadido. Sus costos son iguales o inferiores a los de China, y todo esto, en conjunto, resulta en que tenemos al mercado emergente más pujante junto a la economía industrializada más dinámica”.

Eso crea una “historia de crecimiento económico muy poderosa”, agrega, e insiste en que “la mayoría de los líderes no lo han comprendido”. Cita además las disputas geopolíticas entre Estados Unidos y el gigante asiático, que son altamente disruptivas para el comercio. “La relación entre Estados Unidos y México es mucho más fácil” y, a pesar de todo lo que hemos visto, “hay muchos aspectos en los que los dos países están de acuerdo”.

Otro factor de cambio que observa es la rapidez en la que se mueven los mercados. “Tenemos mercados de bonos y de acciones en rápida evolución –indica–. Se recauda dinero rápidamente para nuevas empresas de vanguardia, como acabamos de ver en las inversiones que se levantaron en Arabia Saudita para Inteligencia Artificial. Es un ejemplo de cómo entender ahora a las fuerzas del mercado”. También resalta que los bonos estadounidenses se están liquidando a niveles sin precedentes en los últimos años, y que eso está poniendo nerviosa a mucha gente.

–¿Esto prefigura una caída del dólar, como anticipan algunos analistas?

Bueno, la realidad es que cuanto mayor sea el rendimiento, es más probable que los fondos de pensiones empiecen a comprar esos activos. Por lo tanto, la mayoría de los inversionistas en el mercado no están demasiado preocupados por una liquidación drástica. Se trata de una revalorización necesaria del riesgo. Y luego surge esta gran pregunta: ¿es necesario revalorarlo porque Estados Unidos está en una situación grave? ¿O porque está pasando por una especie de cirugía de emergencia? Y si es una cirugía de emergencia, ¿hay espacio para el optimismo? Lo hay, porque Estados Unidos es un país con una larga trayectoria de reconocer cuando tiene un problema, reestructurarlo y solucionarlo. Sospecho que es algo positivo, porque la emergencia es genuina. Estados Unidos no podía seguir en la senda de la deuda en la que ha estado durante tanto tiempo. Así que hay que repararlo. Aunque el proceso de reparación será, por supuesto, muy controversial.

–El mundo parece ser otro desde hace cuatro meses. ¿Entramos en una era post-globalización?

Yo no veo el fin de la globalización. Es el comienzo de lo que yo llamaría “glocalización”, una combinación de las palabras global y local. La primera globalización significaba que los empleos se iban a China y todos le comprábamos productos baratos. La nueva globalización implica que todos los empleos se están yendo a todas partes: a México, Argentina, Vietnam, a países de África, etcétera. Es la verdadera relocalización de la manufactura. Los mercados financieros se mostraron reacios a financiar la manufactura durante décadas. Decían que lo único que les interesaba era el software. Por eso faltaba inversión en fábricas. Parte de la estrategia del gobierno actual es invertir el dinero del software en hardware.

Esto se puede ver como un regalo envuelto en papel de lija: como es desagradable, ni siquiera quieres abrir el paquete. Se entiende perfecto, pero si separamos nuestra respuesta emocional a esta nueva administración estadounidense, podemos replantear nuestro pensamiento de esta manera: hay una invitación a las corporaciones europeas y a las estadounidenses que han invertido fuera de EEUU, a que fabriquen sus productos ahí. Y todo el mundo dice: “eso es ridículo, porque no se puede fabricar de forma rentable en Estados Unidos”. Pero ese pensamiento puede estar equivocado. Hay casos que han funcionado, y creo que veremos mucho más. Uno es Toyota, que decidió fabricar en Lexington, Kentucky, a finales de los 80, cuando todo el mundo estaba trasladando fuera la producción automotriz. Eligieron una zona no sindicalizada de Estados Unidos, una comunidad amigable, y hoy Toyota tiene ahí su fábrica más rentable.

Otro ejemplo es el de Haier, una empresa china de electrodomésticos que se mudó a Carolina del Sur en los 90, porque quería estar cerca del consumidor más exigente del mundo. Terminaron comprando la división de electrodomésticos de General Electric, que aún gestionan. Así que esta idea de que las empresas extranjeras no pueden fabricar de manera rentable en EEUU puede ser errónea. Y ahora lo pueden hacer con mucha más facilidad, gracias a la nivelación de los aranceles. Es un proceso doloroso, desagradable, pero creo que si dejamos de lado todo ese ruido, pueden surgir grandes oportunidades.

–¿Oportunidades también para las empresas mexicanas?

Por supuesto, hay muchas que han invertido en plantas en Estados Unidos, y se pueden multiplicar. Yo viví mucho tiempo en el Reino Unido, y Cemex, para poner un ejemplo, era muy importante en la producción de cemento en la región de Midlands. Y todo el mundo se preguntaba por qué una empresa mexicana fabricaba cemento en el Reino Unido, siendo que ese país fue la cuna de la revolución industrial. Seguramente saben cómo hacer cemento. Pero de alguna manera, Cemex se hizo un nicho, generó muchos empleos y fue muy influyente en la comunidad. Así que sé con certeza que debería haber más empresas mexicanas y chinas en Estados Unidos. Si lo hacen, sus marcas prosperarán y aumentarán los ingresos nacionales. Creo que esa es la dirección correcta. No digo que tengan que trasladar todas sus operaciones, pero esa capacidad de operar dentro del mercado de consumo más grande del mundo es valiosa. Así que no estoy de acuerdo con que la globalización haya terminado. Estamos en un nuevo capítulo, con nuevas definiciones de cómo comerciar.

–En tu trabajo tocas mucho el tema de los intercambios sur-sur y de identificar opciones novedosas de comercio.

Me parece muy llamativo que no pensemos mucho más en eso. He pasado mucho tiempo en países al sur del ecuador: en África, Indonesia, Malasia. Están creciendo muchísimo. Entonces, ¿por qué no hay relaciones entre empresas latinoamericanas y del sureste asiático? Hay muchas oportunidades ahí. ¿Es una cuestión cultural? ¿Es que hay menos relaciones personales? ¿O es que nos hemos acostumbrado demasiado a tratar con Estados Unidos? Quizá se volvió tan cómodo que nadie se molestó en explorar otros mercados porque era más difícil, estaba más lejos y llevaba más tiempo.

–¿Cómo puede América Latina subirse a la ola de innovación digital?

Un ejemplo que podemos analizar es el de Ruanda. Ruanda sufrió un genocidio hace unos 30 años, por lo que es muy difícil imaginar que se haya convertido en el Singapur de África, pero a eso se encamina. Se dieron cuenta de que, si pasaron por algo tan terrible, la única alternativa que tenían es irse al otro extremo, y permitir la innovación. Un avance muy interesante es que comprendieron que el espacio es un componente crucial de la economía del futuro. ¿Por qué? Porque la creación de megaconstelaciones globales de satélites que brindan acceso a internet de primera clase en cualquier lugar del mundo, sin construir nada, sin excavar un agujero en el suelo, sin cables, es definitivamente algo que encamina las cosas hacia delante. Deloitte, por ejemplo, para quienes ofreceré la presentación, acaba de lanzar una constelación de este tipo. Son pasos gigantes.

En Ruanda decidieron hacer lo mismo y solicitaron la megaconstelación más grande de cualquier nación del planeta. Y dices, espera, ¿Ruanda? ¿Cómo es posible? Pues dijeron, mira, si queremos que África prospere, necesitamos una red de datos panafricana, vamos a solicitar los permisos para estos satélites. Estoy tratando de recordar la cifra, pero son más de 3000 satélites. Y uno se pregunta si pueden permitirse esto. Pero están en el centro del flujo de datos, y los datos son el nuevo petróleo, así que dijeron: los lanzaremos al mercado abierto y otros podrán pagar por los satélites, otros podrán pagar por el lanzamiento, pero nosotros controlaremos los datos. Eso colocará a Ruanda en una posición muy sólida.

No veo quién esté haciendo esto por Latinoamérica hoy en día. ¿Quién está creando las redes de datos para toda América Latina, las megaconstelaciones de satélites que no dependan ni de Estados Unidos ni de China y que les sirvan para impulsar sus economías? Entonces, ¿podríamos llevar este tipo de pensamiento a los gobiernos y empresas latinoamericanos? Creo que la respuesta es positiva. Y quien lo descubra tendrá algo muy valioso.

–En cuanto a la inteligencia artificial, crea muchos temores para el mercado laboral.

La gente le tiene mucho miedo a ser reemplazada, así que, lo primero que hay que hacer, es explicar todo esto de otra manera. Pensémoslo así: en primer lugar, los seres humanos no deberían levantar objetos pesados. Así que nadie se opondría a utilizar la robótica y la automatización para mover cajas. Pero dirán: “¿y qué pasa con la gente que se dedica a mover cajas?”. La respuesta es que cualquier persona es capaz de hacer mucho más que eso. Apuesto a que entre quienes levantan cajas hay infinidad de personas brillantes y capaces de cosas mucho mayores. Se quedaron estancados por las circunstancias. La vida no les dio la oportunidad. Pero podríamos darles esas oportunidades. Y creo que descubriremos que la gente nos sorprende.

Lo segundo es que, en lugar de pensar en que seremos reemplazados, podemos pensar en la IA como una mejora, un aumento de capacidades. El lado izquierdo del cerebro, que se encarga de la resolución analítica y la matemática, ahora está mejorado gracias a la inteligencia artificial y lo que yo llamo prótesis. ¿A qué me refiero con prótesis? Bueno, un satélite es una prótesis para un ser humano. O los nuevos microscopios, que pueden observar profundamente la estructura subatómica del universo. Están ampliando nuestra visión y nuestra capacidad creativa. Gracias a todo esto, estamos descubriendo muchas soluciones a problemas.

Por ejemplo, ¿ofrece la energía solar espacial una solución para obtener energía verde, limpia y económica? Parece que sí. Los chinos están construyendo una enorme instalación en órbita para proyectar los rayos del sol hacia nosotros, lo que permitiría tener energía en cualquier red eléctrica, en cualquier lugar y en cualquier momento. Imaginen si Latinoamérica tuviera acceso a eso: sería un punto de inflexión.

¿Seremos capaces de hacer cosas que nunca pensamos que serían posibles? Por supuesto. Pero todo esto requiere de una nueva forma de pensar. No se trata de que me van a reemplazar, sino de que estoy descubriendo que el lado analítico izquierdo de mi mente se ha expandido, dejándome libre para moverme hacia el lado derecho. ¿Y qué hay en el lado derecho? Bueno, los neurocientíficos dicen que siempre estás trabajando ambos lados a la vez, pero en términos generales, el lado derecho es tu creatividad, tu humanidad. Es tu inteligencia emocional, tu empatía. Son tus creencias. No son las cifras exactas del hemisferio izquierdo. Así que, de hecho, se nos está dando este enorme aumento para poder dedicar más tiempo y energía a lo que significa ser humanos y tratar a las personas de una manera más humana. Eso también es una revolución en la historia de la humanidad.

Entonces, quizás el mayor peligro no sea que nos reemplacen. La oportunidad es que accederemos a trabajos mucho más interesantes que antes. Y lo realmente asombroso es que todas estas innovaciones significan que no tendremos que trabajar tanto. Entonces, el problema estará en que la gente no sabe cómo no trabajar. Cuando les damos estas maravillosas ventajas, simplemente siguen trabajando duro. Pero, ¿qué tal pasar tiempo con tus seres queridos? ¿Qué tal tus aficiones? ¿Qué tal aprender una nueva materia? ¿Qué tal las cenas y los almuerzos largos? Este es el mundo que realmente nos pueden traer estas tecnologías. Pero casi creo que los humanos no estamos listos para aceptarlo, porque estamos tan acostumbrados a creer que nuestro poder adquisitivo depende de la cantidad de horas que dedicamos al trabajo. En este nuevo mundo, eso ya no será cierto.

admin