Entrevista con Nora de la Cruz: Duerme, cicatriz o la sensación de sentirse vista

Entrevista con Nora de la Cruz: Duerme, cicatriz o la sensación de sentirse vista

Nora de la Cruz, la crítica antisolemne de YouTube, se pone seria con Duerme, cicatriz, su segunda novela.

(Esta entrevista no tiene risas grabadas por respeto a la audiencia).

Voy a empezar, claro que sí, echando cebollazos públicos: Nora de la Cruz me encanta. Interior 403, su canal de crítica literaria en YouTube, es una de mis paradas obligadas cada semana (www.youtube.com/@Interior403).

No me aviento de cabeza a cada uno de los libros que reseña y no siempre estoy de acuerdo con ella, pero lo cierto es que siempre siento que hay algo ahí, un detallito que a mí se me estaba pasando y ella lo nota. Es chistosa, antisolemne y no le tiene miedo a perder la tarjeta de pertenencia al club de los escritores. No es que Nora sea peleonera (aunque a veces se mete en camisa de once varas), es osada. No es serionota y adoradora de la vacas sagradas, pero se le nota el doctorado en letras que carga en la mochila. Hay diversión, también hay rigor.

Nora es una buena crítica, pero también es una autora. Su primera novela, Te amaba y me chingaste (Nitro Press), es ejemplo de su sentido del humor. A ratos se siente inmadura, pero como dicen los clásicos: ah, qué cagada es. Te amaba y me chingaste fue una especie de sleeper hit, buscada en redes por un buen grupo de lectoras que quisieron incluirla en sus retos de lectura anuales —puede conseguirse fácilmente su versión digital.

A Nora la sigo desde Orillas, su libro de cuentos. Con Orillas el amor fue instantáneo. Son historias de crecimiento con detalles certeros: en uno de sus cuentos una mujer colecciona la Notitas musicales, en otro un adolescente que acaba de entrar a la prepa y que por primera vez va a una escuela pública se pasa el día asustado y escondido en el baño.

Son rasgos narrativos que hacen cercana la historia. Creo que Nora de la Cruz está escribiendo desde un lugar muy íntimo de una clase media abandonada desde José Agustín: esa cierta clase media sin adornos que danza entre el contento con su situación y el deseo de salir de ella y tirar al monte.

Es la misma clase media en la que yo crecí y que veo retratada pobremente en la literatura de mi país. No somos los que vamos el domingo en la tarde a la Cineteca (porque qué pereza agarrar el metro en la noche el día antes de regresar al trabajo) sino los que vemos una de Wong Kar-wai en dvd pirata.

No me malentiendan. Qué cool que existan los puntos distales, qué bueno que haya distancias que otras autoras caminan. Entre Dahlia de la Cerda con su tremendismo y Guadalupe Nettel con su experiencia aburguesada, hay un montón de grises. Grises que luego no son muy visitados, digo.

Platiqué de esto, del terror en Duerme, cicatriz (Tusquets), su segunda novela y de escribir a mano todas las mañanas para no enloquecer frente a la página en blanco.

Concepción Moreno (CM): Esta entrevista me da mucha risa porque te veo en Interior 403 y río mucho contigo y siento que te conozco bien. Te siento cercana.

Nora de la Cruz (NC): Bueno, tienes ese marco y eso supongo que influye en cómo percibes la novela.

CM: Duerme, cicatriz es una especie de historia de terror, tiene estas escenas en un hospital público aterradoras: los pasillos en los que sólo se oye el rechinar de los zapatos de las enfermeras, el abrir de alguna puerta y un grito aislado.

NC: La novela es puro evento canónico, de mi vida y de otras mujeres, desde el impacto de la menstruación hasta la primera vez que te acosan en un bar.

Todo lo que le pasa a Lina Roque (protagonista de la novela) es parte del desarrollo de las morras. Es que todas esas historias de crecimiento, no sé, John Fante, Bukowski, el propio José Agustín, son historias de adolescentes varones que topan estos hechos importantes que los definen. ¿Pero y las mujeres? ¿Dónde están esas historias de las que queremos coger pero nos da miedo? O sea, qué pereza que creces, te casas, tienes el hijo e igual una carrera. Pasas de ser niña a adulta sin mayor trámite. ¿Las historias de crecimientos de las morras dónde están?

CM:Y todos esos personajes adolescentes son tan atractivos…

NC: Bueno, también hay que considerar que la adolescencia femenina es algo que se inventaron las tiendas de ropa un poco, ¿no?

CM: Tengo que decirte algo, con Lina yo me sentí vista, casi espiada. También fui a una secundaria privada mediopelo, tuve la amiga que sabía más del mundo, tuve al wey mayor al que admiraba y sacó ventaja de eso.

NC: ¡Todas! Y lectoras me han dicho lo mismo, que se sintieron identificadas como no lo hacían con otras historias. Y me pregunto: ¿pues dónde estábamos que ya somos varias?

CM: ¿Ese es el germen de Duerme, cicatriz?

NC: Estaba pensando escribir esta novela desde hace unos años, el Sensacional de amor y pasión. La idea era hacer el reverso de la versión oficial, una historia spicy de las morras también nos ponemos calientes y cogemos, pasamos por la adolescencia y hacemos algo más que “conocí a este vato en un baile, me besó” y ya.

Los morros tienen al Bukowski como el perdedor alcohólico romántico, o sea, ser perdedor también es una vocación. En la novela quería escribir sobre un acto luego las historias de crecimiento de las mujeres se saltan: la búsqueda de una vocación. Lina quiere ser columnista de rock y algo de su destino está firmado así.

CM: En la novela está toda esta cultura del rock anglo, es cagadísimo que recojas esta idea de crecer con puro cassette pirata…

NC: Y el ñor que vendía los discos pirata en el puesto del mercado, que nomás tenía a los Bukis…

CM: ¡A Bronco!

NC: El señor que nomás conseguía discos de rock si se los encargabas. Y traía ondas como Caifanes o la Maldita. Tuve mi era caifanóloga, ahora lo puedo reconocer.

CM: ¿Buscabas el retrato generacional, así al chile? La música es innegable. Está Nirvana, está Alanis, la música de las chavas que llegamos a la adolescencia en los noventa.

NC: Fíjate que yo empecé con la música con los discos de mi papá, que era de todo, desde clásica hasta rock de su época y cosas más cercanas. La música para Lina es parte de su desarrollo. Siempre soñando con oír rock en vivo. También yo: oía estaciones como Pulsar o WFM y sólo imaginaba la música en primera fila.

CM: Tú y yo compartimos una obsesión con el Alanis Morissette y el Jagged Little Pill. ¿Cómo te tocó a ti la música de Alanis?

NC: Hay un documental en HBO (Music Box: Jagged) en el que se cuenta que los weyes del equipo de Alanis usaban la fama para ligarse a chavitas. Alanis luchaba contra eso y lo impedía.

CM: Alanis también cargó con su historia de abuso.

NC: Y de ser subestimada. En el documental hablan de la crítica, que decía que sí, el Jagged es un gran disco, pero es un disco de pop, no de rock. Como si eso lo hiciera de segunda categoría, el rock siempre sobre el pop, el rock de los hombres, el pop de las mujeres.

CM: Lo que nos lleva de regreso a Duerme, cicatriz. El evento canónico principal de Nina sucede en un hospital público. Te digo que las escenas en el hospital son de terror.

NC: Eso es una historia personal, una crónica y por eso está escrita en presente. Tuve un embarazo ectópico —la internaron el mismo día que se declaró el cierre por la pandemia, para hablar de hechos canónicos— y estuve grave. En el asunto se cruza la maternidad. Desde niña la idea de ser madre no me interesó. Pero luego piensas “bueno, igual y sí”. Y me sucede esto. Después me enteré que tengo matriz infantil, entonces de todos modos nunca hubiera podido tener hijos.

CM: Suena tremendo y sin embargo en la novela hay suspenso porque va poco a poco, con un tono hasta diríamos frío, del que solo describe. Pero creo que son escenas que habría firmado Stephen King.

NC: Lina está sola cuando va al hospital. Afortunadamente no fue mi caso pero imagínate el de Lina. Tiene que ir al IMSS sola, pudo haberse muerto en la calle sola. Su gran suerte es que tiene acceso al Seguro.

CM: ¿Sigues haciendo las tres páginas de escribir a mano por las mañanas que receta Julia Cameron en su método creativo? (Se puede conocer más del método de Cameron leyendo El camino de la escritura).

NC: Siempre y en donde esté, lo he hecho en salas de espera, en vuelos. Partes de Duerme, cicatriz se resolvieron así. Cuando corro escribo en mi mente, y con las páginas matutinas le pierdo el miedo a la página en blanco. Yo le escribo a mi musa, así empiezo, casi como en La Ilíada: “canta, oh musa”.

Para hablar de actos canónicos, siquiera me quedo con ese: la necedad del músculo literario y amar la página en blanco. Y que pongan Caifanes.

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