El recrudecimiento de los ataques israelíes aviva el debate sobre si la masacre en Gaza es un genocidio
Los 2,2 millones de gazatíes viven una situación límite. Tras 19 meses de bombardeos, invasión terrestre, hambre y constantes desplazamientos, reunir las fuerzas necesarias para afrontar un nuevo día con la incertidumbre de si será el último es cada vez más difícil. La crisis se ha agravado desde la ruptura del alto el fuego por parte de Israel el pasado 18 de marzo, una decisión que acompañó con el corte de la ayuda humanitaria, lo que disparó aún más el precio de unos alimentos cada vez más escasos y extendió la hambruna entre una población ya muy debilitada. 57 niños han muerto por desnutrición desde entonces, según el Ministerio de Sanidad de la Franja, en manos de Hamás. Solo desde el pasado martes, más de 300 gazatíes han fallecido en ataques del ejército de Israel, la mayoría mujeres y niños, fruto de la intensificación de los bombardeos. Israel comenzó en mayo una nueva fase de su plan, la de tomar el control y asentar sus tropas en el enclave palestino. “Ha llegado el momento de dejar de temer la palabra ocupación. Estamos ocupando Gaza para quedarnos”, declaró abiertamente el ministro de Finanzas, el ultra Bezalel Smotrich, a principios de mayo. Y así ha sido.