El soft power mexicano
El reconocido politólogo Joseph Nye, creador del término soft power, falleció la semana pasada. Su legado trascenderá, sin dudas, en las relaciones internacionales modernas. Su muerte llega en un momento crítico: la impostergable transformación de raíz del orden mundial.
Latinoamérica posee un potencial singular para proyectar su riqueza cultural y humana al mundo. Brasil, por ejemplo, ha logrado posicionarse como una nación con influencia real, gracias a su presencia estratégica en foros internacionales y a la proyección eficaz de sus valores. México, en cambio, parece haber dejado pasar muchas oportunidades de convertirse en un referente de poder blando estratégicamente planteado.
El soft power, fundamental para algunas de las administraciones estadounidenses, sirvió para consolidar una estrategia no solamente bajo la óptica de “la zanahoria y el garrote”, sino también entendiendo el gran poder de la cultura, la diplomacia y los valores. Nye planteaba la capacidad de los países para influir en el ámbito internacional a través de dichos conceptos, en lugar de recurrir solamente a la coerción o a la fuerza militar.
México ha desperdiciado muchas de las oportunidades para crear un poder blando estratégico, con impacto, organizado, relevante, intersectorial y con objetivos y metas reales. Siendo un país con una tradición diplomática notable y con una posición geográfica envidiable, ha desdibujado su rol en el mundo y en la región latinoamericana. Ese liderazgo, al parecer, continúa ausente y sin brújula, sin timón y con una visión pequeña y limitada. La narrativa en declive, obsoleta y retrógrada de los recientes gobiernos, ha sido partícipe de que nuestro país se quede estancado en la evolución del sistema internacional. No basta una mentalidad meramente táctica y reactiva para poder trascender y ser un jugador relevante en el orden mundial.
Al tener una interdependencia asimétrica con otros jugadores del ámbito internacional, México debe de buscar alternativas eficientes. El verdadero potencial del soft power mexicano reside en la capacidad de integrar de manera coherente sus dimensiones económicas, sociales, demográficas, culturales y geográficas. Estas acciones, aplicadas en un marco de política exterior renovada, no solo favorecerán la imagen internacional de México, sino que también contribuirán a la construcción de un orden mundial basado en el diálogo, la cooperación y el respeto a la diversidad.
México es un crisol de culturas y tradiciones forjadas a lo largo de siglos. La promoción de la identidad cultural mexicana, sus tradiciones, expresiones artísticas, la gastronomía y otros muchos elementos, son clave para mejorar la imagen del país en el extranjero, consolidar un prestigio que se ha encarecido durante los últimos años y apuntalar una esfera de influencia regional y global que nos permita ser un país relevante y líder en la carrera de las naciones. No somos el estereotipo negativo que se ha creado en las últimas décadas; México tiene una esencia invaluable.
Estamos ante un punto de inflexión y una oportunidad única para redefinir su papel en el escenario global. La clave está en transformar estos activos en una narrativa poderosa y coherente que proyecte una imagen de modernidad, resiliencia y creatividad. El soft power mexicano es el vehículo para la transformación del país, invitando a todos los actores de la comunidad internacional a reimaginar el potencial de una nación rica en tradiciones y vibrante en su innovación.
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