Jornada laboral de 40 horas: el reloj corre hacia 2030

“Estamos devolviéndoles a los trabajadores ocho horas a la semana”, dijo el secretario del Trabajo, Marath Bolaños, al anunciar hace unos días que México iniciará un proceso gradual para alcanzar la jornada laboral de 40 horas semanales en enero del 2030.
Lo dio por hecho: “Comenzaremos con la instauración paulatina y gradual de la semana laboral de 40 horas en nuestro país. Reduciremos de manera gradual la semana laboral hasta llegar, a más tardar en enero del año 2030, a un total de 40 horas semanales”, aseveró.
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En México, dos de cada tres personas con un empleo trabajan más de 40 horas por semana (23 millones de personas), y una de cada cuatro lo hace por encima del límite legal actual de 48 horas semanales (10 millones de personas). A pesar de estas extensas jornadas, el país se mantiene entre los últimos lugares de productividad laboral dentro de la OCDE.
Al asumir su encargo el 1 de octubre, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció por primera vez que este proyecto de reforma sería prioritario para su gobierno. Lo retomó oficialmente el 1 de mayo pasado en el marco de la conmemoración del Día del Trabajo. De ahí, la batuta pasó formalmente a Marath Bolaños.
El gobierno federal tomó así el control del tema y le dio forma de promesa sexenal, literalmente. Y aunque el proyecto partió en la legislatura pasada y acumula ya varias iniciativas de reforma en las cámaras del Congreso de la Unión de todos los partidos, Sheinbaum lo hace suyo ahora con micrófono, cronograma y capital político.
“Alguien dirá: Es que a lo mejor no es el mejor momento. No, siempre es buen momento para defender a las y los trabajadores de México, siempre”, dijo la presidenta.
No es casual que se haya hecho el anuncio en un acto oficial con líderes sindicales, y no en una mesa legislativa o un foro empresarial. El mensaje es claro: la reforma va, pero va con el sello del gobierno. Se reivindica la iniciativa y se institucionaliza el discurso. En términos políticos, se disputa no sólo el futuro del mercado laboral, sino también el crédito.
Habrá foros, se nos dice. Habrá diálogo, se insiste. Pero también hay una fecha: enero del 2030. Esa promesa de horizonte temporal cambia las reglas del juego. No es lo mismo discutir una reforma sin calendario que construir una ruta con plazos públicos. El reto ahora es llenar de contenido ese futuro: ¿Qué sectores serán los primeros? ¿Habrá incentivos? ¿Qué pasará con las industrias que no tienen formatos de horarios de trabajo tradicionales? ¿Qué acompañamiento habrá para las pymes? ¿Cómo se medirá el avance?
Si algo ha enseñado la historia de las últimas reformas laborales en México es que entre la voluntad política y la realidad hay un largo trecho. Hay resistencias empresariales y hay también una participación obrera organizada que hasta ahora ha sido tímida en este tema. De hecho, en los primeros foros en la Cámara de Diputados, la voz de los grandes sindicatos brilló por su ausencia.
Veremos también finalmente en acción a Marath Bolaños, quien, aunque ya estaba a la cabeza de la Secretaría del Trabajo a finales del sexenio pasado, lo hizo bajo el legado que dejó la gestión de Luisa María Alcalde como titular de la cartera en la época de más reformas laborales de las últimas décadas. Bien hizo en mantener a los operadores de dichos cambios.
El camino hacia las 40 horas será todavía largo, en la discusión y en la aplicación. Gradualidad, aplicación diferenciada por sectores, incentivos y fortalecimiento de la inspección serán clave en cualquier fórmula que se defina.
No se trata sólo de facilitar que cualquier empresa haga un cambio de esta magnitud, sobre todo en un panorama de nubarrones de inestabilidad económica como el que se avizora, sino de, por fin, poner el reloj a favor de quienes siempre han estado corriendo detrás del tiempo: las y los trabajadores. Lograr ese balance no es sencillo.