El Papa Francisco y el arte de liderar con coraje: El poder del liderazgo incómodo

El Papa Francisco y el arte de liderar con coraje: El poder del liderazgo incómodo

El 8 de noviembre de 2017, en una audiencia general en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco interrumpió su catequesis de forma inesperada. No fue para improvisar una broma ni para extender su saludo; fue para lanzar un reclamo silencioso, incómodo, necesario.

La plaza estaba llena. Miles de fieles. El bullicio de siempre: cámaras, celulares en alto, flashes, selfies. Parecía más un concierto que una audiencia espiritual. Francisco subió al estrado con su caminar pausado y su sonrisa habitual. Pero al llegar al micrófono, su expresión cambió.

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Se detuvo. Miró alrededor. Respiró hondo y sin levantar la voz, disparó una frase que congeló la plaza entera: “El Señor dice: ¡levantemos el corazón! No dice levantemos los teléfonos móviles para tomar fotos”.

La Plaza se quedó en silencio. Lo que parecía inofensivo -capturar un momento con un celular- se reveló como una distracción de lo que verdaderamente importaba.

Francisco no reprendió con enojo; lo hizo con esa autoridad que no necesita elevar el tono para ser sentida.

Me da tristeza ver tantos celulares en alto durante la Misa. No sólo entre los fieles… también entre sacerdotes y obispos”.

Ese día, Francisco recordó que liderar no siempre es complacer. A veces es detener la fiesta para recordar la esencia.

El arte de incomodar para transformar

Francisco no fue popular porque buscara serlo. Fue popular porque, aún acercándose al pueblo, nunca sacrificó sus principios. Y su estilo de liderazgo nos deja tres lecciones esenciales que hoy más que nunca necesitamos entender:

1. El liderazgo real empieza por incomodarse a uno mismo. Antes de incomodar al mundo, Francisco se incomodó a sí mismo. Dejó el Palacio Apostólico, rechazó comodidades, eligió una vida más austera en Santa Marta. No era un gesto de marketing. Era una elección deliberada para recordar cada día que el poder espiritual no puede nublarse con privilegios terrenales. Nos enseñó que un líder que no se incomoda a sí mismo primero, no tiene autoridad moral para incomodar a otros.

“El primer liderazgo incómodo es el que ejerces sobre tus propios hábitos.”

2. Un verdadero líder incomoda lo establecido, pero con respeto. Francisco entendió que algunas estructuras, aunque sagradas en apariencia, se habían vuelto barreras más que puentes. Y con firmeza, pero sin estridencias, trabajó para abrir caminos. No para destruir, sino para depurar. No para dividir, sino para recordar que la tradición es un faro, no un ancla.

¡Vamos! Incomodó lo necesario. Sin faltar al respeto. Sin romper por romper. Fuego que ilumina, no fuego que quema.

Un líder incómodo no destruye lo que existe: lo purifica para que vuelva a tener sentido.”

3. Liderar no es bajar el nivel para agradar, es sostenerlo para inspirar. Francisco no sacrificó la exigencia en nombre de la simpatía. Cada vez que el entorno empujaba hacia la facilidad, él recordaba: el liderazgo no se gana por aplausos. Se gana por coherencia. Por sostener el estándar cuando es más tentador relajarlo. Así como ese día en la Plaza frenó a toda una generación hambrienta de imágenes para recordarle que lo más importante no era la foto, sino el encuentro, los verdaderos líderes no bajan sus principios para ser populares. Los elevan para que otros aspiren a algo más alto.

“La popularidad es pasajera. La coherencia es el único legado que dura.”

El mayor aprendizaje de liderazgo que me llevo del papa Francisco es que “un líder incómodo no busca ser aceptado. Busca ser recordado por lo que ayudó a transformar”.

Hoy más que nunca necesitamos líderes así. Líderes que se incomoden primero, que no teman tocar lo establecido con respeto, pero también con valentía; que prefieran la transformación auténtica, aunque el aplauso sea más lento en llegar.

Soy Mario Elsner, y creo que el liderazgo verdadero no se mide por cuántos te siguen sonriendo, sino por cuántos crecieron gracias a las incomodidades que tuviste el coraje de provocar.

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