Inflacionismo desenfrenado

A la etapa de la autonomía “carismática” del Banco de México se le dio sepultura a principios del sexenio 1970 – 1976. El enfoque formó parte importante de la muy exitosa estrategia económica a la que se denominó Desarrollo Estabilizador. Durante ese período, el producto, el empleo y los salarios reales crecieron a un ritmo elevado con una inflación muy cercana a la de Estados Unidos.

Al reemplazo de aquella estrategia económica se le intentó aplicar el engañoso membrete de “Desarrollo Compartido”, pero, en realidad, el nuevo enfoque no fue más que vulgar inflacionismo irresponsable. Desde los inicios del Desarrollo Compartido se dejaron sentir las presiones alcistas con sus consecuencias en el deterioro de los salarios reales. Asimismo, la falta de disciplina fiscal se expresó en una ampliación del déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos lo que dio lugar a una contratación acelerada de deuda pública externa para financiarlo. Y el tremendo agravante en ese panorama, fue la incompatibilidad irreconciliable entre expansionismo fiscal y monetario y el mantenimiento de un tipo de cambio fijo. De lo anterior que aquella administración haya terminado en una devaluación muy traumática que llevó la paridad de 12.50 a más de 25 pesos por dólar.

Los impulsores de aquel inflacionismo que desembocó en crisis de balanza de pagos no hubieran podido alegar que no se alzaron voces de precaución. Voces que dieran aviso sobre el peligro de desenlace devaluatorio además del crecimiento casi exponencial de la deuda externa. Durante los primeros años de la administración esa tarea de prevención prudencial corrió a cargo del muy sensato secretario de Hacienda, Hugo B. Margáin. Posteriormente, la estafeta para la encomienda la tomó el entonces director general del Banco de México, Ernesto Fernández Hurtado.

El foro para aquellos esfuerzos preventivos y prudenciales fue el Consejo de Administración del Banco de México, el cual estuvo presidido por el secretario de Hacienda desde el año 1971. En ese escenario, con gran capacidad didáctica el banquero central Fernández Hurtado exponía como en la medida en que se intensificaban las presiones alcistas mostraban deterioro el resto de los indicadores a los que se les daba seguimiento en aquel órgano colegiado. Es decir, en tanto los índices de precios se elevaban, se deterioraba la intermediación de la banca, las cuentas de la balanza de pagos y también, seguramente, los saldos de la reserva internacional del Banco de México. Y todo ese despliegue didáctico chocaba de frente contra la sordera y la incomprensión del sustituto de Margáin al frente de Hacienda, José López Portillo.

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