Así será el proceso para elegir al nuevo papa
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El próximo cónclave podría ser uno de los más atípicos de la historia reciente, no por sus rituales inmutables, sino por el peso de la geopolítica en la elección del sucesor de Francisco. Si bien la prensa y los vaticanistas han especulado sobre los cardenales con mayores posibilidades de ser elegidos, el contexto internacional y la fragmentación cultural y religiosa del mundo podrían desempeñar un papel crucial en la decisión final.
Origen del cónclave y dónde se realiza ¿Quiénes pueden elegir al nuevo papa?
El término “cónclave” proviene del latín “cum clave”, que significa “bajo llave”. Esta denominación refleja la naturaleza cerrada y secreta del proceso, que se instauró formalmente en el siglo XIII tras periodos de incertidumbre en la elección papal. De acuerdo con diversas fuentes alineadas a la religión, esta práctica fue iniciada en 1274 por el Papa Gregorio X con el fin de eliminar interferencias externas y facilitar el proceso de elección después que la suya tomara casi tres años. El cónclave se lleva a cabo en la Capilla Sixtina, dentro del Vaticano, donde los cardenales electores quedan completamente aislados del mundo exterior. La seguridad y el sigilo son prioritarios: no se permite el uso de dispositivos electrónicos ni el contacto con el exterior. Todo esto busca garantizar una elección libre de presiones externas. El derecho a votar en el cónclave está reservado a los cardenales menores de 80 años. En la actualidad hay 138 cardenales electores. La constitución apostólica establece que el número máximo de cardenales electores sea 120, aunque este límite se considera orientativo y no absoluto. Italia es el país con más purpurados, con 17 cardenales electores, aunque su peso en el Colegio Cardenalicio ha disminuido en este pontificado. En el cónclave de 2013 eran 28. Estados Unidos ocupa el segundo lugar con 10 cardenales electores, seguido de Brasil con 7. A nivel continental, Europa sigue siendo la región con mayor representación, con 54 cardenales electores. Asia, aunque con una presencia significativamente menor, cuenta con 37. Oceanía, por su parte, es el continente con la menor cantidad de purpurados, con solo cuatro. Esta distribución refleja una creciente diversificación en la representación dentro de la Iglesia católica, alineada con el énfasis del papa Francisco en una Iglesia más global e inclusiva.
¿Cómo es el proceso de votación? Humo blanco y humo negro: ¿qué significan? Geopolítica y la elección del próximo papa
De estos cardenales, 110 fueron nombrados por Francisco, 23 por Benedicto XVI y 5 por Juan Pablo II. El proceso de elección del papa sigue una serie de rituales inmutables que garantizan tanto el secreto como la legitimidad del resultado. Antes de que inicien las votaciones, los cardenales electores juran mantener absoluto sigilo sobre las deliberaciones. Una vez reunidos en la Capilla Sixtina, se celebran hasta cuatro votaciones diarias hasta que uno de los candidatos obtiene al menos dos tercios de los votos. Cada cardenal escribe el nombre de su candidato en una papeleta, que luego deposita en un cáliz sobre el altar. Posteriormente, los votos son contados y leídos en voz alta. Si no se alcanza el consenso requerido, las papeletas son quemadas con una sustancia química que produce humo negro, señalando que aún no hay un ganador. Este proceso se repite hasta que se logra un acuerdo. Cuando un candidato obtiene la mayoría necesaria, las papeletas se queman con otra sustancia que genera humo blanco, el cual indica al mundo que un nuevo papa ha sido elegido. El humo negro es una señal de que la votación ha sido inconclusa y que el cónclave continúa deliberando. Por el contrario, el humo blanco es el anuncio oficial de que un cardenal ha sido elegido como el nuevo pontífice. Tras la elección, el nuevo papa es preguntado si acepta el cargo y cuál será su nombre pontificio. Luego, se viste con las vestimentas papales y es presentado al mundo desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, donde da su primera bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo), marcando el inicio de su pontificado. Un artículo de Le Croix, respaldado por análisis de Foreign Policy, sugiere que seis países emergentes jugarán un papel cada vez más relevante en la geopolítica global y, por ende, en el futuro de la Iglesia Católica: Brasil, Turquía, Indonesia, Sudáfrica, Arabia Saudita e India.
Brasil, con la mayor población católica del mundo, enfrenta divisiones internas dentro del catolicismo, pero la relación del presidente Lula da Silva con el Papa Francisco podría influir en el clima religioso en el país, especialmente en cuestiones de justicia social. Por otro lado, Turquía, a pesar de ser un país mayoritariamente musulmán, desempeña un papel clave en la diplomacia vaticana, particularmente en relación con la guerra en Ucrania. El Vaticano y Turquía han buscado evitar el aislamiento de Rusia y han colaborado en iniciativas de paz, trabajando en la búsqueda de soluciones diplomáticas para el conflicto. Arabia Saudita, históricamente reticente hacia el cristianismo, ha dado pasos hacia la apertura diplomática, como lo muestra su acercamiento con Omán en 2023, aunque aún mantiene restricciones en cuanto a la práctica cristiana en su territorio. En India, donde los católicos representan solo el 1.5% de la población, la Iglesia mantiene una red influyente de instituciones educativas y sanitarias, lo que refuerza su peso en la diplomacia vaticana, a pesar del creciente nacionalismo bajo el liderazgo de Narendra Modi. Sudáfrica, con un 6.3% de católicos, sigue destacando por la relevancia de la Iglesia en sectores clave como la educación y la salud, mientras que Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo, otorga reconocimiento oficial a la Iglesia, permitiendo su participación activa en la sociedad. Aunque los principales líderes eclesiásticos en países del Sur Global, como India, Sudáfrica o Indonesia, no son cardenales en la actualidad, lo que les resta influencia directa en un cónclave inmediato, su impacto a mediano y largo plazo es innegable. El crecimiento de la Iglesia en estas regiones podría favorecer la elección de un papa fuera de Europa en el futuro, como ya ocurrió con el papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, lo que refleja la creciente importancia de las comunidades católicas fuera del continente europeo.
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