China corteja a México, Sheinbaum debe ser cautelosa

El presidente chino, Xi Jinping, no quiere pelear solo. Mientras Donald Trump desata una nueva guerra comercial e impone aranceles de hasta 245% a productos chinos, Xi encabeza una ofensiva diplomática global. Busca aliados. Y México, por su peso comercial y geopolítico, está claramente en su radar.

Hoy corteja a países del sudeste asiático, de la Unión Europea y del sur global. Les ofrece inversiones, acuerdos comerciales y un frente común contra el proteccionismo de EU. Su mensaje es claro: China no es el problema, es la solución. En esa narrativa, México encaja perfectamente. Así seguramente se lo han dicho a la presidenta, Claudia Sheinbaum, el embajador Zhang Run, quien la visitó el 4 de junio de 2024 para entregarle una carta de felicitación de Xi, y el propio presidente chino, con quien se reunió el 18 de noviembre durante la Cumbre del G20 en Río de Janeiro. En ambos encuentros hablaron de fortalecer los vínculos comerciales y culturales entre ambos países.

La revista Foreign Policy sostiene que Xi ve a México como un socio estratégico para eludir los aranceles estadounidenses utilizando el T-MEC como puente para sus exportaciones. Algunos analistas elogian la estrategia china como hábil frente a un Trump errático e impredecible; otros advierten que China también es un socio impredecible y potencialmente coercitivo.

Las cifras importan: China ya ha invertido más de 3,600 millones de dólares en México, y el comercio bilateral supera los 100,000 millones. Nuestro país puede beneficiarse con nuevas inversiones en infraestructura, tecnología y manufactura. En teoría, diversificar los lazos comerciales disminuye la dependencia de EU. En la práctica, aceptar demasiado de China podría irritar a Trump… y abrir una nueva crisis.

Ese es el punto central. EU sigue siendo el principal socio comercial de México. La presidenta lo sabe, y sabe también que el presidente estadounidense no olvida ni perdona. Un acercamiento excesivo a China podría interpretarse como deslealtad y ser usado como pretexto para imponer más aranceles.

Además, conviene recordar que China ha respondido agresivamente a gobiernos que no se alinean con sus intereses: aranceles al canola canadiense, restricciones a productos australianos, presión sobre sus vecinos asiáticos. Y aunque su economía creció en el primer trimestre del año, enfrenta desafíos serios: alto desempleo, deuda creciente y señales de deflación.

Frente a esto, Claudia Sheinbaum debe actuar con cautela. Puede aprovechar el interés chino para negociar inversiones, siempre que no comprometa la soberanía ni el T-MEC, ni deteriore su hasta ahora pragmática y aparentemente buena relación con Trump. También debe reforzar vínculos con América Latina, Europa y Canadá para presentarse como un socio independiente, pero confiable.

El mundo se está reconfigurando. La guerra comercial entre EU y China no es sólo un conflicto de tarifas: es una lucha por la hegemonía mundial. Y México, lo quiera o no, ya es pieza clave en esa disputa. Del equilibrio que logre Sheinbaum dependerá buena parte del futuro económico de nuestro país. Porque mientras Xi sonríe y Trump gruñe, a la presidenta le toca caminar sobre la cuerda floja… sin red de protección abajo.

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