Santorio de Padua: el médico que midió lo invisible
En la historia oficial de la medicina occidental, abundan los nombres que cambiaron el curso de las cosas con un hallazgo visible: un órgano, una lesión, una función. Sin embargo, hay personajes cuya contribución no fue descubrir algo nuevo en el cuerpo, sino inaugurar una nueva forma de mirarlo, medirlo y conocerlo. Santorio Santorio (Sanctorius Sanctorius en latín), médico veneciano del siglo XVII, no inauguró una especialidad ni rompió con una teoría dominante. Lo que hizo fue más simple y, quizá por eso, más revolucionario: se propuso medir lo que el cuerpo humano pierde sin dejar rastro, lo que se escapa entre el sudor y la respiración.
Durante años convirtió su propia vida en un experimento silencioso. Con una silla colgada del techo que unida a una plataforma hacía las veces de balanza, con un reloj de arena, con instrumentos que él mismo modificaba o inventaba, cuantificaba los cambios en su peso corporal de las actividades diarias que realizaba en la plataforma. Hoy, sus métodos parecerán rudimentarios, pero su lógica es completamente moderna: el cuerpo como fuente de datos, la salud como equilibrio dinámico, la enfermedad como desviación cuantificable.
Este texto reivindica el tipo de mirada que desde la medicina inauguró Santorio: una que busca patrones en lo cotidiano; que no se conforma con escuchar el cuerpo, sino que intenta contarlo. En una época donde llevamos sensores en la muñeca y algoritmos en el bolsillo, tal vez sea tiempo de devolverle a Santorio su lugar: el primer médico que entendió que lo invisible también se mide. Pero, también es una invitación a pensar una paradoja fundacional. Como ha documentado Teresa Hollerbach (2021), Santorio cuantificó el cuerpo, pero no sistematizó sus datos; midió durante años, pero no publicó las cifras. Lo que sobrevivió fue la lógica del método, no la evidencia empírica. Y sin embargo, fue suficiente para transformar el horizonte del conocimiento médico.
Santorio Santorio nació en Capodistria (actual Eslovenia) en 1561. Cabe aclarar que, en esa época, existía una tradición en algunas regiones cristianas —especialmente entre familias letradas— de dar al primogénito como nombre, el apellido del padre como una forma de afirmar continuidad familiar y legitimidad. Estudió medicina en la Universidad de Padua, uno de los centros más innovadores de Europa en su tiempo. La medicina que recibió aún era galénica, centrada en los humores y en las “seis cosas no naturales”, pero Padua ofrecía libertad para cuestionar, y vaya que Santorio lo hizo. Durante más de tres décadas, enseñó medicina en esa misma universidad. Aunque no fundó una escuela propia ni tuvo una legión de seguidores, influenció de forma decisiva el modo en que la medicina comenzaría a apoyarse en instrumentos y cifras. Su obra más famosa “Ars de StaticaMedicina” (El arte de la medicina estática, 1614) fue reeditada varias veces, y su estilo de trabajo marcó el inicio de una forma cuantificada de observar al ser humano. Paradójicamente, esta obra no presenta series numéricas ni tablas sistemáticas: su lenguaje sigue siendo el del aforismo y la experiencia clínica. Pero el método que lo sustenta es, sin duda, cuantitativo.
Santorio instaló en su casa un sistema que hoy podríamos llamar “plataforma de monitoreo continuo”. Medía cuánto comía, evacuaba, transpiraba, dormía; medía las modificaciones de su peso al realizar su vida cotidiana en la plataforma. A partir de esos datos, llegó a estimar que más de la mitad de lo que el cuerpo elimina lo hace sin que se vea ni se huela: así se midió por primera vez, lo que Galeno llamaba las “emanaciones o vapores naturales”, pero que Santorio denominó “transpiración insensible”. Ese hallazgo, aparentemente trivial, puede ser considerada una ruptura epistemológica. Puesto que Santorio introdujo la idea de que lo fisiológico también puede medirse, que la salud puede observarse desde los márgenes, desde las pequeñas fluctuaciones, desde lo invisible. En lugar de centrarse en la enfermedad espectacular, se enfocó en la variabilidad cotidiana del cuerpo sano. En vez de interpretar signos cualitativos, Santorio inventa instrumentos para capturar variaciones invisibles pero presentes en el funcionamiento del cuerpo.
En este esfuerzo, retomó indirectamente una noción central del pensamiento galénico: la llamada “latitud de la salud”. Para Galeno, la salud no era un estado fijo, sino un equilibrio dinámico entre los humores, con un cierto rango de variabilidad aceptable antes de que se manifestara la enfermedad. Cada cuerpo tenía una banda de tolerancia, un margen dentro del cual podía haber cambios sin alterar el estado general. Santorio no solo asumió ese principio, sino que lo llevó más allá: intentó observar y medir esa variabilidad. Quiso saber cuánto peso se pierde sin enfermar, cuánto varía el pulso con el ayuno, cuánta transpiración ocurre sin fiebre. Así, trató de traducir en términos empíricos y medibles lo que antes era solo una idea filosófica.
Para lograrlo, desarrolló y perfeccionó varios instrumentos: el “pulsilogium” (precursor del medidor de pulso), un termómetro clínico, relojes de medición y sistemas de registro manual. Fue, en muchos sentidos, un ingeniero del cuerpo humano. Aunque sus publicaciones no presenten los datos como cifras explícitas, se construyen sobre la experiencia de la medición. Pensaba con números, aunque no escribía con ellos.
Desde una mirada metodológica contemporánea, podríamos decir que Santorio realizó un estudio observacional longitudinal con una n=1. Se trató de un seguimiento prospectivo sistemático, sin grupo control, sin aleatorización, pero con una constancia y rigurosidad notables para su tiempo. Es decir, no fue experimental en sentido estricto, pero sí introdujo variaciones en su dieta o entorno para observar cambios. Sin duda, su objetivo era generar conocimiento desde la experiencia propia, lo que lo convierte en el primer caso documentado de medicina de autocuantificación o monitoreo individual. En ese sentido, se anticipa al modelo de estudios personalizados que hoy se exploran en medicina de precisión.
Santorio no quiso enfrentarse abiertamente al paradigma galénico, pero lo transformó desde dentro. No negó la teoría de los humores, ni de las “seis cosas no naturales” (aire, comida, ejercicio, sueño, evacuaciones y emociones), pero desplazó su centro interpretativo: en lugar de buscar signos cualitativos, propuso observar el cuerpo a través de variables medibles. El equilibrio humoral fue reinterpretado como equilibrio de entradas y salidas materiales, monitoreado con instrumentos. Eso lo identifica como un “pionero de la fisiología cuantitativa” (Reed J. 2022) y como el “padre fundador del estudio del equilibrio metabólico” (Eknoyan G. 1999). Introdujo un nuevo lenguaje —hecho de peso, tiempo, pulso y temperatura— que anticipó el giro hacia una medicina de precisión siglos antes de que ese término existiera. Su revolución fue estructural. Cambió el cómo, y con eso,todo lo demás.
Pese a su ingenio, Santorio fue eclipsado en la historia por figuras como Vesalio o Harvey también de la universidad de Padua. No porque fuera menos relevante, sino porque su contribución fue menos espectacular. No descubrió la circulación interna, ni diseccionó cuerpos con virtuosismo artístico. Midió lo que no se ve, lo que no se nombra, lo que no genera impacto inmediato. Mientras Vesalio transformó el cuerpo haciéndolo visible a través de la autopsia, y Harvey reconfiguró el funcionamiento del cuerpo al descubrir la circulación sistémica, Santorio se enfocó en lo que ninguno de los dos vio: las fluctuaciones invisibles de un cuerpo vivo y en equilibrio.
Sin embargo, en el siglo XXI su legado reaparece, casi sin nombrarlo. Cada vez que un reloj inteligente mide los pasos, el sueño, el ritmo cardiaco, cada vez que una aplicación monitorea patrones fisiológicos de forma continua, Santorio está ahí. No como marca ni referencia, sino como origen. En un mundo obsesionado con los datos, con la medicina digital, con los biosensores, el ejemplo de Santorio nos recuerda que medir también puede ser un acto filosófico, una forma de entender el cuerpo no como máquina, sino como sistema dinámico, sensible e impredecible.
Epílogo pedagógico: por qué enseñar a Santorio hoy
Recuperar a Santorio en la formación médica, como propone TeresaHollerbach, no es un gesto nostálgico, sino una necesidad epistemológica. Enseña a observar con cuidado, a registrar con disciplina, a desconfiar de lo evidente, a buscar patrones en lo mínimo. Su método no compite con la tecnología moderna: la anticipa. Su figura no representa el pasado, sino una posibilidad de futuro: una medicina que, en vez de acumular protocolos, aprende a escuchar los datos cotidianos del cuerpo. Santorio está reemergiendo no porque hayamos descubierto algo nuevo en sus textos, sino porque la medicina actual ha cambiado lo suficiente como para entender lo que él hizo realmente hace 4 siglos.
En una época que valora los datos personalizados, el monitoreo continuo y la comprensión del cuerpo sano como fuente de conocimiento, el experimento silencioso de Santorio deja de ser una curiosidad renacentista y se convierte en un acto fundacional. Dado que vivimos en una sociedad en donde todo se mide, Santorio nos recuerda que medir no es acumular cifras, sino mirar de otro modo el cuerpo para darle sentido a la cuantificación. Y que a veces, lo más revolucionario es preguntarse ¿qué pasa en el cuerpo cuando no pasa nada?
Referencias
Hollerbach, Teresa (2021). Sanctorius Sanctorius and the Origins of Health Measurement. Berlin, Alemania. Ed. Springer. https://doi.org/10.1007/978-3-031-30118-6 open access.
Reed Julia (2022) The weight of Qualities. Quantifying Temperament in Early Modern British Mathematical Medicine. https://www.taylorfrancis.com/chapters/oa-edit/10.4324/9781003258704-16/weight-qualities-julia-reed
Eknoyan G. (1999) Santorio Sanctorius (1561–1636)–Founding Father of Metabolic Balance Studies. Am J Nephrol 1999;19:226–233. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/10213823/
*El autor es profesor Titular del Dpto. de Salud Pública, Facultad de Medicina, UNAM y Profesor Emérito del Dpto. de Ciencias de la Medición de la Salud, Universidad de Washington.
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